Sobrevivir, por Laureano Márquez
La Real Academia nos ofrece varias acepciones del término “sobrevivir”: i) “vivir después de un determinado suceso” (es decir seguir vivo después del suceso, digamos una calamidad, una hecatombe, etc.), ii) “vivir con escasos medios o en condiciones adversas” y iii) “permanecer en el tiempo, perdurar”. A los venezolanos de este momento nos toca insistir en la supervivencia en todas las acepciones de la palabra.
Tenemos que sobrevivir al hampa, que es una de esas desgracias que no dependen de uno (me refiero no a la que uno elige, sino a la que lo elige a uno). Hay que cuidarse más: no salga de noche y de día lo menos que pueda. Aproveche que el trabajo está prohibido en Venezuela para quedarse en casa. Les diría que pongan rejas mejores, pero hierro tampoco hay. Los muchachos adolescentes que vayan a estas deben quedarse en las casas del convocante o no hay está (mejor si no la hay). Atento siempre a si lo están siguiendo, ponga los vidrios lo más oscuros posibles, los vidrios arriba, los seguros abajo. Desempolve el celular viejo, guarde el bueno en la casa. No lo use en el carro. No agarre caminos verdes de noche.
Tenemos que sobrevivir a la calamidad alimentaria que se avecina. Todos los que saben de la materia aseguran que en pocas semanas el desabastecimiento va a ser brutal. Lo poco que se consiga, además, será muy costoso. Sea prójimo, comparta su pan (es un decir, pan no hay: su comida, se entiende) con el que no anda bien. Almacene lo que pueda, lo que la hiperinflación le permita. Si tiene familia fuera, pídales que le manden comida puerta a puerta. Haga las arepas más finitas y más grandes, para que den la sensación de abundancia (mientras tenga harina).
Hay que sobrevivir a la crisis eléctrica. Especialmente la gente del interior que es la más castigada. Cuide y proteja su nevera que es el sanctasanctórum de la casa (imagine que es la caja fuerte que contiene sus joyas preciadas). Tenga agua, porque si no hay luz se va el agua y si no hay agua se va la luz. Ahorre electricidad porque El Niño insiste en quedarse a pesar de las firmas.
Hay que sobrevivir a la crisis sanitaria. Pídale a los que aun viajan fuera que le traigan las medicinas que necesita si tiene tratamientos que no puede suspender. Sea solidario, comparta medicinas que no usa o las que quedaron de la gente que lamentablemente se nos fue. Use las redes para ayudar a los que necesitan, pero por encima de todo, trate de no enfermarse. Cuídese, deje el cigarrillo si fuma, controle la ansiedad, duerma. Haga ejercicio (pero no en la calle, recuerde la inseguridad. Suba y baje las escaleras de su edificio… solo de día).
Tenemos que sobrevivir a la debacle institucional, insistir en las leyes, en la justicia, en el ejercicio de nuestros derechos, por más inútil que parezca. Pero sobre todo, trate de que su alma sobreviva a este “suceso”. Por más que la destrucción de Venezuela sea un extraordinario negocio, no se sume a la corrupción, no sea usted uno más de los que arruinan al país (diga: “etiamsi omnes ego non”, “aunque todos lo hagan, yo no”), sea un constructor, que es la única forma de perdurar en la memoria colectiva. Recuerde que si el país que usted sueña no nace de su corazón y de su práctica cotidiana, nunca vendrá. Mantenga su conciencia transparente. Pero sobre todo sobreviva a la indignación, a la rabia que le produce lo que está contemplando.
Destierre el odio, pues como dijo el inigualable Charles Chaplin en el Gran Dictador (sin alusiones personales): “ustedes tienen el amor de la humanidad en sus corazones, no odiéis. Solo aquellos que no son amados odian, los que no son amados y los inhumanos”.
La tarea de cara al futuro para las personas, las familias, las empresas y –naturalmente– el país, será la de sobrevivir. Ya lo dijo Andrés Eloy Blanco en tiempos que creíamos superados:
Viviendo estas los años más sucios de la historia pero si sobrevives, será tu tiempo el tiempo de la bondad triunfante, de la justicia erguida, donde la voz alcance la libertad del sueño…