Reyber Parra Contreras // El Primer Rector de la Universidad del Zulia

Francisco Ochoa nació en Maracaibo el 19 de abril de 1849. Hijo de Ramona Ochoa, pilar de su formación cristiana y quien le inculcó los valores del respeto, el esfuerzo y la honradez, en un contexto familiar donde estuvo ausente la figura paterna, pero que gracias a la abnegación de su adorada madre, esto no significó para él un impedimento para alcanzar su equilibrio afectivo y emocional.
Como abogado destacó por ser “eminente jurisconsulto”, a decir de la redacción de El Cojo Ilustrado de Caracas. Fue vocal y presidente de la Corte Suprema del Zulia, entre 1875 y 1890. También se desempeñó como magistrado de la Alta Corte Federal y de Casación, promotor de la fundación del Colegio de Abogados del Estado Zulia en 1894, ejerciendo para entonces la vice-presidencia y luego la presidencia en 1905. Presidió también el concejo municipal de Maracaibo en 1876 y fue uno de los accionistas fundadores del Banco de Maracaibo en 1882, integrándose a la directiva de esta institución entre 1898 y 1907. En este mismo lapso se destacó como diplomático, ejerciendo la representación consular de Honduras y Chile en Maracaibo.
En el campo educativo, Francisco Ochoa procuró la masificación de la instrucción; su labor como gerente educativo estuvo presente en todas las instituciones del último tercio del siglo XIX, que tuvieron por objeto la difusión de las luces en las masas populares de Maracaibo. Presidió la Junta de Instrucción Primaria del Zulia, entre 1881 y 1883. Previamente, en 1876, se había incorporado a esta Junta como miembro principal. Desde 1875 hasta 1903, primero en el Colegio Nacional, luego en el Colegio Federal y finalmente en la Universidad del Zulia, dictó cátedra en las áreas de Derecho Romano, Derecho Civil y Código Penal. En 1877 fue miembro de la Junta de Gobierno del Colegio Federal, y llegó a presidir la Facultad de Ciencias Políticas de dicha institución.
En 1891 se hizo justicia al Zulia altivo y laborioso, pues el Congreso de la República aprobó la erección del Colegio Federal de Maracaibo en Universidad. La escogencia del primer rector de la Universidad del Zulia recayó en la persona del Dr. Francisco Ochoa, y no pudo ser de otra manera pues prevaleció el sano juicio: de todos los intelectuales maracaiberos del momento, ninguno reunía un perfil más apropiado para asumir esta responsabilidad como el Dr. Ochoa. Aparte de sus cualidades académicas y morales, él representaba el punto de equilibrio entre las dos fuerzas filosóficas e ideológicas locales que venían colisionando en el campo de las ideas: los tradicionalistas o conservadores cristianos, cuya figura más prominente fue el Dr. Manuel Dagnino; y los materialistas (positivistas y evolucionistas) encabezados por el Dr. Francisco Eugenio Bustamante. Al primer grupo pertenecía Ochoa, pero siempre tuvo la capacidad de escuchar y tolerar a los partidarios de esta última tendencia. De modo, pues, que su designación sirvió para introducir un clima de convivencia en la Universidad, muy necesario para que ésta diera sus primeros pasos.
La gestión del primer rector de la Universidad del Zulia inició el 11 de septiembre de 1891, fecha de instalación de la Universidad, y culminó el 22 de noviembre de 1892. En este corto lapso dedicó sus esfuerzos a darle continuidad a lo que el Zulia había logrado en los 52 años de funcionamiento del Colegio Nacional y luego Colegio Federal de Maracaibo: seguir formando, tal y como nos lo indica el Dr. Rutilio Ortega a la “generación de intelectuales humanistas que para finales del siglo XIX acopaban diversos roles sociales en lo científico, político, económico, educativo y cultural”.
Desde el punto de vista filosófico, el Dr. Ochoa fue un liberal moderado. Esto significa que al igual que la inmensa mayoría de los intelectuales de Venezuela, su percepción de los cambios que introdujo la Modernidad en Occidente, y que se acentuaron con la Revolución francesa, fueron para él positivos o favorables; pero en sintonía con un grueso de aquellos intelectuales, esta valoración tenía sus límites, los cuales eran trazados por la impronta o la autoridad de la Iglesia que, aunque debilitada por el desarrollo de la misma Modernidad, mantenía su presencia en las convicciones de los intelectuales que tradicionalmente hemos denominado conservadores.
De esta manera, aunque su visión religiosa-tradicional de la realidad copa su pensamiento, esto no le impidió identificarse con los avances y progresos de la ciencia. Con mucha razón, Víctor Álvarez afirma que en los escritos de Ochoa se conjuga el discurso de la ciencia con el de la fe. Cabe señalar que, aunque en su pensamiento se hace alusión a una perfecta armonía entre la fe y la ciencia, y no se desmerita la importancia de esta última, para él la ciencia sin la fe no podía lograr su misión de dar “explicación satisfactoria de la mayor parte de lo que nos rodea”. Tal identificación de Ochoa con las enseñanzas de la Iglesia es lo que matizará y pondrá riendas a sus ideas liberales.
La vida del Dr. Francisco Ochoa se extinguió en Maracaibo el 08 de abril de 1907. Su ejemplo y legado tienen plena vigencia entre nosotros.