La corrupción y la desidia nos apagaron la luz, por Antonio Pérez Esclarín
En el número más reciente de la revista SIC (Mayo de 2016), el periodista Damián Prat escribe un excelente artículo titulado “Guri: víctima de lo que no se hizo”, que nos aclara la situación de racionamiento eléctrico, apagones y penurias que estamos viviendo la mayoría de los venezolanos. Si bien el Gobierno achaca el problema a la grave sequía ocasionada por el fenómeno natural “El Niño” y, como es su costumbre, trata de eludir toda responsabilidad, Prat pone el dedo en la llaga del gravísimo problema que estamos sufriendo, que ha llevado al Gobierno casi a decretar la prohibición de trabajar para ahorrar energía. De paso, aquí se manifiesta otra de las típicas contradicciones entre discursos y hechos: por un lado nos repiten hasta el cansancio que estamos abandonando definitivamente la cultura rentista y la estamos sustituyendo por la cultura productiva y, por otro, se limita al mínimo la posibilidad de trabajar; o afirman descaradamente que ahora sí estamos garantizando educación de calidad a todos y, por otro, se reduce la semana escolar a cuatro días y cualquier excusa es buena para suspender clases.
El periodista Prat deja bien claro que “Guri no es el problema pues es tan víctima como los ciudadanos de Venezuela. Y encima el Gobierno lo usa para no afrontar el abandono de las obras y la corrupción, que son quienes han desatado esta crisis eléctrica y han llevado al lago de Guri y su represa muy cerca del colapso”. Citaré textualmente algunos datos con los que Prat sustenta sus argumentos:
“En enero de 2010 se decretó la emergencia eléctrica para justi car el otorgamiento de enormes contratos sin licitación: TermoTuy otorgaba a dedo a una transnacional (y luego en el caso Andorra aparecieron las comisiones a un viceministro por casi 100 millones de dólares). TermoSucre se lo quitaron a Edelca y a la carrera arrancaron las obras con siete años de atraso. De las seis turbinas previstas solo terminaron una a finales de 2015. Unas termoeléctricas para Sidor, que siempre denunciamos que no funcionarían. Y, en efecto, de las cuatro plantas anunciadas, llegaron dos. Una está arrumada, pudriéndose. La otra se armó completa pero jamás ha podido ni encender un bombillo. Más de 500 millones de dólares botados e inútiles. Doce grandes contratos a dedo con la Serwick de los ‘bolichicos’, empresa sin experiencia y recién constituida para comprar plantas usadas. Docenas de miniplanas de ‘generación distribuida’ copiadas del atraso tecnológico cubano que nunca debieron ser sino para emergencias, no para uso permanente, pero resultaron un ‘negoción’ de triangulación y reventa para los Castro. Hoy casi ninguna funciona. Un dineral –no menos de mil millones de dólares- botado e inútil. Una reconversión de Planta Centro que jamás se terminó. En su mejor momento aporta 400 mw de sus dos mil mw de capacidad. Y por largos meses ha aportado cero”.
Más adelante Prat asegura que se malbarataron otros “450 millones de dólares en un negocio corrupto con los Kirchner y sus amigotes en una inútil y nunca terminada repotenciación de Macagua I” y concluye su artículo aclarando que, a pesar del Niño, la situación sería muy diferente si se hubieran escuchado las recomendaciones de los expertos y se hubieran tomado medidas oportunas y eficaces sin alimentar la voracidad de los corruptos.