Trump y sus contradicciones: Expulsa a familias honestas, pero ignora a socios del chavismo en EE.UU.

Tras el anuncio del fin del parole humanitario en Estados Unidos, que permitió la entrada legal a Estados Unidos de más de 500.000 migrantes procedentes de Cuba, Nicaragua, Haití y Venezuela durante la gestión de Joe Biden, abundan reacciones en contra de la decisión del presidente Donald Trump.
Walter Molina, politólogo venezolano en Buenos Aires, Argentina, cuestiona la medida que afectará, sin dudas, a familias que huyeron de Venezuela por la crisis socio-económica y política, impulsada durante más de 20 años desde Miraflores.
“Expulsar a miles de venezolanos trabajadores que huyen de la barbarie chavista sin investigar, juzgar o sacar del país a los testaferros y socios que lavan dinero de una tiranía a la que el propio gobierno estadounidense cataloga como narco-terrorista, solo se explica por la aporofobia, la contradicción y la profunda deshumanización de quienes toman esas decisiones. No hay forma de darle la vuelta a esto”, sostiene Molina.
“Tenemos que rescatar nuestro país. Esa es la única garantía que vamos a poder tener. Y rescatarlo significa salir de quienes han originado todos nuestros males directa e indirectamente”, añade el politólogo sobre la medida que entrará entra en vigor el próximo 24 de abril, fecha en la que se cumplirán 30 días desde su publicación oficial prevista para el 25 de marzo, según se conoció este viernes en un documento del Departamento de Seguridad Nacional.
Estigma y persecución
A las personas que gozan de este beneficio migratorio se les cancelará el permiso de trabajo y cualquier otra protección contra la deportación con la que cuenten. En consecuencia, deberán salir del país o se enfrentan a ser detenidos por agentes de migración.
En su cuenta en X, @fmyaki , venezolana en Indianapolis, habló de una experiencia ruda que le tocó recientemente a nivel laboral. “Tengo una frustración tan grande, una rabia y una impotencia. Hoy nos mandaron a llamar a todos los venezolanos a Recursos Humanos. Se imaginarán por dónde va la cosa. Llegaron lineamientos de auditoría nuevos y la cara de pena de nuestros jefes tratando de explicar (y preguntando). ¡Terrible!”.
La criolla contó que fue difícil ver la cara de sus jefes tratando de entender y hasta pena por cuestionarla. Ella trabaja en un warehouse de distribución desde hace cuatro años que llegó a Indiana. Confiesa que pese a a ser un estado republicano jamás sintió discriminación de ningún tipo.
“Y puedo decir que cuando comencé apenas si podía medio comunicarme en inglés y todos mis jefes son americanos. Apenas éramos unos pocos latinos cuando yo entré. Empecé como empacadora y me han dado la oportunidad de aprender muchas cosas hasta manejar forklift, hasta el cargo que tengo en este momento que soy la única en la compañía que lo hace”.
Relata que cuando Trump asumió trató de usar la confianza que tiene con sus jefes para tratar de explicarles la situación de los migrantes venezolanos en los Estados Unidos, pero asegura que para ellos fue muy difícil de entender. “Actualmente somos seis venezolanos, entre empacadores y pickeadores y yo que soy encargada de un área. Dicho muchas veces por la jefa de Recursos Humanos y por el CEO, nuestro trabajo ha sido excelente, no hay ninguna queja de nosotros.
Por eso cuenta que les sorprendió que por su nacionalidad los llamaran uno por uno para preguntarles cuál era su estatus legal para tener permiso de trabajo y advertirles que si era por TPS que vencía en abril prácticamente podíamos trabajar hasta el último de este mes.
“Fue horrible, porque mientras tú tengas tu permiso y tu social jamás tu situación migratoria es cuestionada, hasta hoy”, relató. “A mí no me despidieron, pero tengo dos compañeros padres de familia que trabajan hasta el 3 de abril (si nada cambia). Que ambos le desestimaron el caso de asilo por tener TPS y ahora no tienen nada”.
Aporofobia
Édgar Álvarez, politólogo, coincide con Molina en relación con lo que mueve cada una de las acciones discriminatorias contra la comunidad venezolana en los Estados Unidos, y teme que Trump pueda destruir los contrapesos democráticos forzando a los jueces a ponerle freno, para luego hablar de tiranía judicial e intentar justificar la desobediencia a los tribunales, con una futura reforma judicial bajo la manga.
“No, el problema no son los tatuajes, ni que sean inmigrantes, ni siquiera siempre el color de piel. El problema es la combinación de todo eso con un factor principal: la aporofobia. Es el incurable miedo-odio injustificado e irracional a los pobres”, advierte.
Álvarez no cree que el trumpismo y el chavismo sean idénticos. “Hay diferencias de fines y contextos que no son irrelevantes. Lo que sí sostengo es que no hay modo de que un venezolano que haya cuestionado las decisiones de Chávez no vea graves señales de alarma en Estados Unidos hoy”, advierte.