Vive el 4-F, por Francisco Arias Cárdenas
La madrugada del 4 de Febrero de 1992 vio el amanecer de una nueva historia: ese día, salimos a la calle los soldados de la Patria para acompañar al pueblo y reanudar la lucha por la Independencia de Venezuela que los Padres Libertadores iniciaron en el siglo XIX, interrumpida durante más de un siglo de neocolonialismo.
Esta semana se cumplen 24 años de esa rebelión cívico-militar que dio paso al proceso de libertad, de plena soberanía de Venezuela, y marcó el despertar del pueblo.
Nunca pensamos que la construcción de una nueva Venezuela, de justicia, equidad, de distribución de la renta petrolera bajo parámetros de bienestar social, con independencia tecnológica, fuera fácil. Significa un cambio de estructuras, vencer la contracultura del beneficio individual a costas de la felicidad colectiva, de privilegios de unos pocos, reservados a la fuerza. La guerra económica de hoy es la expresión de esa resistencia de quienes se aprovecharon de la riqueza de los hidrocarburos y traicionaron la confianza y las esperanzas del pueblo durante décadas.
Hoy, la conciencia fundamental es la urgencia de consolidar las transformaciones que comenzaron a producirse a partir del 4-F; mucho se conquistó en los 15 años que estuvo el presidente Hugo Chávez en el proceso y que continúa con Nicolás Maduro; debemos defender esos logros. Con el mismo ímpetu y con más experiencia seguimos comprometidos para proseguir en el camino de reivindicaciones que abrimos entonces.
Parte de la tarea es la reestructuración del PSUV, fruto del espíritu combativo del 4-F; contamos con las bases para cumplir esta faena buena y necesaria frente a las nuevas circunstancias. Revisarnos es lo que corresponde, reestructurarnos y corregir donde tengamos que hacerlo.
El 4-F es el espíritu del pueblo, la expresión de la devoción viva por la Patria Latinoamericana por la cual muchos han ofrendado su vida; esta fecha es una memoria siempre fresca del compromiso con los más altos valores bolivarianos y de los venezolanos, un compromiso que nunca cesa.