El diario plural del Zulia

Rodrigo Rivera Morales | Democracia y el voto

Somos muchos los que hemos expresado que en Venezuela estamos viviendo su momento más oscuro. La sociedad venezolana, especialmente, los trabajadores, empleados, jubilados, las amas de casa, viven la angustia cotidiana de los bajos ingresos, la escasez, la carencia de servicios eficientes de salud, problemas de agua y electricidad. Además, ven el atropello del régimen contra quienes reclaman sus derechos en contradicción con la impunidad de los corruptos y el abuso del poder. Tan nefasta ha sido la actuación de la camarilla gobernante que ha provocado la diáspora de millones de venezolanos. Por estos hechos al unísono la población venezolana rechaza al actual régimen, clama por su pronta salida y el retorno a la libertad y a la democracia.

El presente, debido a las múltiples maniobras de la dictadura y sus acólitos, se muestra confuso y descomunalmente complejo. Creemos que la revisión de experiencias del pasado quizá nos permita encontrar un faro que nos alumbre en medio de estas tinieblas y avanzar hacia un futuro claro. No hay duda que andamos sobre un camino de desafección y desencanto de la vida pública, es más, incluso se cuestiona a la democracia y surge el autoritarismo.

No obstante, la ciudadanía venezolana, a pesar de la violencia y el terror que impone el régimen, ha optado, con gran sentido y responsabilidad cívica, que el camino apropiado para echar a la dictadura, recuperar las instituciones para colocarlas al servicio de la sociedad y el bien común, garantizando la libertad y los derechos fundamentales, es mediante el voto democrático. La sociedad venezolana ha entendido que tiene un arma poderosa: su voto. Con el voto se podría recuperar la democracia y las libertades.

Debemos hacer conciencia que la democracia es mucho más que elecciones, pero no hay democracia auténtica sin voto libre, secreto e informado. Desde otra óptica, el voto también es esencial no sólo por la posibilidad de elegir, en libertad, a los gobernantes de una comunidad política, sino que, además, puede ser un instrumento poderoso para la exigencia y el control ciudadano de los gobernantes. El voto es importante en la medida en que conduce a otros procesos y prácticas que son consustanciales a la democracia y que, en cierta medida, le dan sentido y fuerza al voto mismo, por ejemplo, abren espacios y encuentros para la deliberación pública, dar cauce pacífico a las diferencias y divergencias.

Tenemos que tener presente que la democracia demanda, para su recreación, de responsabilidad y validación constantes. La historia nos enseña que la democracia es vulnerable, no solo desde el exterior sino incluso de su interior, a las codicias políticas individualistas o grupales de todo tipo y origen. Esta recreación implica estar con el signo de los tiempos, a tono siempre con el bienestar común y procurar las vías para la realización del ser humano como persona. La democracia, en este sentido, debe afirmarse como la forma de gobierno más favorable al desarrollo humano integral en paz.

No debemos olvidar que la democracia venezolana fue arruinada por que se fosilizó y la dirigencia política privilegio sus intereses relegando el interés común, se empantanó en la corrupción generando una burocracia ineficiente y disociada de la ciudadanía, lo cual condujo a que en esta creciese un desprecio por los partidos políticos, por sus dirigentes y por los parlamentarios. La ciudadanía percibía la hipocresía, de la clase política, asociada a lo que sea que quedaba de los ideales e instituciones democráticos. La recreación de la democracia conlleva el rediseño de los partidos y una formación de los políticos para ser servidores públicos.

Un asunto primordial que debe resolverse en el marco democrático es resolver los profundos desequilibrios económicos y sociales existentes en la sociedad venezolana. Debe entenderse de las fallas y perversidades que ocasiona una libertad absoluta del mercado, esto envuelve la necesidad de construir una democracia económica. Una auténtica democracia no es sólo el resultado de un respeto formal de las reglas, sino que es el fruto de la aceptación convencida de los valores que inspiran los procedimientos democráticos: la dignidad de toda persona humana, el respeto de los derechos del hombre, la asunción del bien común como fin y criterio regulador de la vida política. Es una tarea ardua, pero con voluntad y unidad construiremos una auténtica sociedad democrática, siempre actualizada acorde a los signos de los tiempos.

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