Ramón Guillermo Aveledo // Adversidad, Desafío
“No hay educación como la adversidad”, habría dicho Benjamín Disraeli. Los venezolanos de todas las edades, regiones y condiciones somos ya alumnos de esa escuela. Saquémosle provecho a su duro aprendizaje.
A la adversidad mundial del Corona virus o COVID-19 que ya es una gigantesca fuente de preocupación, entramos con las defensas bajas. Varios años de una crisis de dimensiones y profundidad inéditas que ha envejecido y empobrecido nuestra sociedad y deteriorado nuestra ya defectuosa institucionalidad hasta niveles que mientras más informados estemos, más preocupan.
Cualquiera se asusta cuando ve las noticias de otros países, cuyos sistemas de salud están muy por encima del nuestro y cuyas capacidades de respuesta, demostradas en la práctica, son incomparables con las nuestras.
Cualquiera que preste atención tiene que plantearse que la situación en que nos encuentra esta amenaza médica y social planetaria, con nuestros hospitales decadentes, nuestro abastecimiento de medicinas y equipos francamente insuficiente, en un cuadro que entre sus complicaciones de fondo debe contar que hace años hay un sitio gubernamental a las universidades y una muy numerosa emigración de profesionales incluye significativamente a médicos y otros profesionales de la salud. Síntoma de ello son los postgrados despoblados.
En ese contexto ¿Quién no desea con todas sus fuerzas que el COVID-19 nos afecte lo menos posible? Sería sencillamente insensato. Creo que esa conciencia o al menos ese sentimiento, ha privado en la prudencia y la disciplina social colectiva, más allá de la desconfianza o la adhesión que pueda a cada uno generarnos el llamado de las autoridades.
La pandemia tendrá, además, mundialmente consecuencias económicas imposibles de ignorar. Esta paralización de las actividades en todas partes acarreará contracción del empleo y deterioro en las condiciones de vida. Pero nosotros no partimos de una situación similar a la de otros países. Todos sabemos, porque lo vivimos, cuál es el panorama nacional. Así que no pensemos que el deseado e indeterminado fin de la cuarentena significará la vuelta a la normalidad.
A esos desafíos haremos frente los venezolanos. Ya hemos demostrado una resistencia impresionante. La conocida capacidad de aguante del pueblo venezolano ha alcanzado niveles insospechados. Las iniciativas solidarias, la perseverancia laboral y empresarial, la vocación de servicio de los profesionales. Hay reservas pues para plantarle cara a la incertidumbre.
Lo que viene es muy fuerte y dependemos de nosotros. Echemos mano a nuestros recursos intelectuales, físicos, sicológicos, sociales, morales y espirituales. Acopiemos todas nuestras fuerzas y ganémosla juntos.