¿Qué llevamos dentro?, por Jaime Kelly
La pregunta con la que he titulado esta reflexión, es para que nos examinemos en relación a lo que sentimos y vivimos, que es reflejo de lo que llevamos dentro.
Hace un tiempo leí un cuento de un gran poeta, titulado El espantapájaros, que deseo compartirlo con ustedes, y aplicando la Palabra de Dios, nos puede dar luces para nuestro proceso de crecimiento y transformación en Cristo.
El cuento relata: “Paseando por el campo, el poeta ve un espantapájaros solitario en medio de un trigal y le dice: ‘Sin dudas debes estar muy aburrido ahí, tú solo, horas enteras inmóvil, en el campo silencioso, ¿no es así?’. El espantapájaros le respondió- ‘¡No!. Yo asusto a los gorriones y la dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa’.- ‘¡Hum!’- comentó el poeta y luego le dijo: ‘Lo entiendo un poco, yo también he conocido esa dicha en algunos momentos de mi vida’.- Y el espantapájaros le gritó indignado: ‘¡Imposible!, esa dicha sólo la conocen los que están rellenos de paja’.
Hermanos, ¿puede existir algún gozo o dicha en asustar a la gente y mantenerla lejos de uno mismo a causa de nuestras actitudes? Sólo pueden experimentar esa dicha quienes, como dice el cuento, están llenos de “paja”.
Cuando nuestro interior está vacío y buscamos llenarlo con superficialidades, es como si estuviéramos rellenos de “paja”, y se manifiesta en nuestro hablar, actuar y en todo aquello que se constituye como nuestras prioridades, dejando a un lado los sentimientos, la gracia que nos inspira el tener a Cristo en nuestro interior.
Dice la palabra de Dios: “La boca siempre habla de lo que está lleno el corazón. El hombre bueno saca cosas buenas del bien que guarda dentro y el que es malo, de su mal acumulado saca cosas malas” (Mt 12,34b-35).
Hermanos, hemos de pensar: ¿qué es lo que nos mueve al actuar?; ¿son tan sólo nuestros intereses, y por ello olvidamos principios, valores, parentesco, amistades, lealtad, honradez?. En ese caso, si es así, es porque estamos llenos de “paja”. Si por el contrario, buscamos el bien común pensando: ¿qué haría Cristo en mi lugar?, ¿cuál sería Su prioridad?, entonces actuaríamos con humildad, respeto, solidaridad, pureza de intención; denotaríamos que Cristo vive en nosotros y estamos llenos de su amor y caridad.
Es maravilloso profundizar en la palabra que nos dice San Pablo: “Pero al tener a Cristo consideré todas mis ventajas como cosas negativas. Más aún, todo lo considero al presente como peso muerto en comparación con eso tan extraordinario que es conocer a Cristo Jesús, mi Señor. A causa de Él ya nada tiene valor para mí y todo lo considero como pelusas, mientras trato de ganar a Cristo” (Fil. 3, 7-8).
Vamos a llenar nuestra vida de Cristo, vamos a denotar su presencia y exhalar su olor.
Saquemos de nuestro interior toda la “paja” que nos hace fríos e insensibles ante el amor fraterno que merece y espera el hermano. Llenémonos de la gracia de Cristo que se manifiesta en sentimientos de tierna compasión. De esta manera concluyo, como nos dice Pablo, además: “Solamente procuren que su vida esté a la altura del Evangelio de Cristo” (Fil. 1,27). Con la palabra de Dios en nuestro corazón nos llenamos de vida y amor, para transmitir con fe y esperanza a los demás, ¡que con Cristo en nuestra vida hay gozo y paz! Amen .