La cama, por Énder Arenas
¡Ah! La cama, ese mueble maravilloso que podemos usar para casi cualquier cosa: dormir, hay gente que la usa solo para eso, pero también sirve para descansar, leer, saltar. Mi tía Estilita incluso comía en ella. Mis Ana jugaban en ella hasta romper las almohadas y lo mejor sirve para una de las cosas más sabrosas en la vida: para tener relaciones, relaciones sexuales quiero decir.
Precisamente en estos días la cama se convirtió en un protagonista inesperado en la política venezolana. Bueno es un decir, porque recientemente se han presentado varios casos donde la cama es un protagonista inesperado que ha puesto a más de un funcionario con alto cargo público en apuros.
Pero el cuento que nos ocupa es una foto donde una ministra, especícamente, la encargada de las prisiones en el país aparece abrazada, podemos decir que fraternamente, con un preso, de esos que ocupan un alto cargo en la dirección informal del penal y que son conocidos como “pram”.
No creo que aquí sea, menester un argumento de carácter moral del tipo: ¡Oh Dios mío que están haciendo esos cristianos en esa cama! Pero, ojo, la ministra no podía darse el lujo de fotografiarse dentro de una atmósfera comprometida, con el prisionero que más mea en la cárcel, perdón, quise decir, con el jefe informal del recinto carcelario.
El sujeto de la franela roja, fotografiado con la ministra, fue asesinado en días pasados. Era conocido como “El Conejo” y como un homenaje póstumo sus excompañeros de celda sacaron a relucir las armas que, según la ministra, no existen. Armas de todo tipo: fusiles, pistolas, revólveres, subametralladoras, etc. La ministra reveló que aparentemente eso había sucedido, no está muy segura.
La pregunta que se hace uno es cómo esas armas llegan a las manos de los presos. En días pasados la señora de Leopoldo López y su madre fueron requisadas hasta en sus partes íntimas, las pusieron a dar saltos de rana, les quitaron hasta la ropa interior bajo la mirada sádica de los guardianes del recinto carcelario y ese trato suponemos que se le dan a todas las mujeres que visitan a sus familiares. Todo el mundo supone que un fusil Kaláshnikov difícilmente puede ser introducido en una vagina de algunas de las vistas a la cárcel, por lo tanto las sospechas recaen sobre el personal de guardia y responsables del manejo del penal.
Finalmente, le sugerimos a la ministra que la próxima vez que quiera reunirse con algún privado de libertad disponga de una oficina, de un par de sillitas y que deje de estarse sentándose en las camas de los detenidos, por muy privados de libertad que sean. Eso, ministra, no se le ve bien.