Del apuro... el cansancio, por Luis Vicente León
Me niego a dejarme llevar por los deseos, el miedo o la presión de grupo. No hago análisis para complacer a nadie, sino para interpretar el entorno tal como es, me guste o no. Con esto en mente, pretendo responder la pregunta de esta semana: ¿Puede el TSJ bloquear a la Asamblea Nacional e impedir que cumple su función constitucional?
Arranco por el principio. Más allá de la legitimidad cuestionada de sus decisiones, el TSJ es la institución con mayor jerarquía en el Estado. Su función “teórica” es garantizar la justicia, las leyes y la Constitución, sus decisiones e interpretaciones no son apelables. Con esa carga encima, debería ser una organización técnica e insesgada. Sin embargo, cuando abandona su objetivo básico y decide que su función es defender la revolución y no la Constitución, estamos frente a un problema mayor. Esa institución podría, decir incluso que la Constitución es inconstitucional y no hay donde retarla institucionalmente, lo cual pone en aprietos las soluciones civilizadas. Para que un conflicto de poderes tuviera éxito para la oposición, su capacidad de presionar al adversario tendría que ser contundente y creíble. Les pregunto a ustedes: independientemente de tener la mayoría (y la razón), ¿tiene la oposición el instrumento para presionar al TSJ a cumplir la ley? La respuesta para mí es evidente: No... por ahora. Si la Asamblea desconoce al TSJ no sería una pelea equilibrada. Es el Parlamento contra todo el resto de las instituciones, incluyendo el TSJ, el Ejecutivo, la Fiscalía, la Contraloría, la Defensoría del Pueblo, el CNE, los medios del Estado (y los autocensurados) y los militares, quienes por cierto es peligroso incorporar en este asunto, pues una vez que ellos deciden (bien o mal), le podrían coger el gusto a hacerlo siempre. El resultado de ese conflicto está cantado.
Pero, ¿podría la AN defenderse por una vía no institucional, basada en la fuerza que le da su respaldo popular? ¿Podría presionar por sus derechos con el pueblo en la calle, en protesta y presión? Eso siempre es una posibilidad, especialmente cuando la otra parte cierra todos los caminos e intenta castrarla, pero mi impresión sobre este punto es que la oposición no tiene la capacidad para capitalizar un evento de ese tipo. Su soporte actual es una mayoría de tipo electoral, pero no necesariamente se traduce en fuerza de calle o de choque. No tiene la organización, ni el liderazgo, ni la plata, ni las armas, ni los vínculos militares y, aunque pudiera encender la llama, es difícil imaginar que en el final del incendió ella esté ahí fresquita para apagarlo. Un evento de ese tipo terminaría controlado por cualquiera de estas dos parejas: los militares y el gobierno o los militares y otro grupo lejano a la oposición, que no sabemos si será mejor o peor, pero nunca bueno.
Entonces, ¿esto quiere decir que la oposición y la AN no tiene nada que hacer. Que simplemente están condenados a la pasividad y la anomia. Que el chavismo se quedará por siempre, aunque sea minoría? No. Quiere decir que la oposición debe hacer lo que mejor le funciona. Trabajar en el plano político. Salir a la calle, pero a conectarse políticamente con esa mayoría que la eligió y que sigue queriendo cambios. Organizarse pacíficamente para presionar. Mostrar pública e internacionalmente los abusos a lo que el país es sometido. Pero sobre todo, prepararse para los próximos eventos electorales, porque hay una sola cosa que ni el chavismo, ni Maduro, ni todo su control institucional pueden hacer: volver a ganar una elección. Ese sigue siendo el elemento que marcará el fin de su período. Del apuro... sólo queda el cansancio.