Alberto Borregales | Sala de maquinas o el devenir esquizofrénico del Estado

Se ha designado al actual "gobierno" como un Estado Fallido o Estado Forajido.
La noción universal de hace 200 años concibe al Estado bajo los preceptos, sustancialmente estéticos, de Nación, República, Constitución, Leyes, Contrato Social,
financistas, industriales, trabajo, ahorro.
Todos prolegómenos devenidos de la Revolución Francesa y explicado solemnemente por
el epígrafe de Paul Bastid El espíritu de Sieyés es el espíritu mismo de la Revolución
Francesa
El Estado fallido es aquel que ha fallado en garantizar el funcionamiento normal de la
administración general, estabilizar la economía, garantizar el acceso a bien y servicios básicos de la población. Es aquel Estado forajido cuyo "Hombre de Estado" promulga como decreto "constitucional" la fiesta, el bonche, la jodienda, para inculcar en la población un estado de ánimo bipolar, neurótico e incluso, esquizofrénico. Un "Hombre de Estado" totalmente fuera de su capacidad mental y que todo lo que toca, lo enferma psíquicamente.
Son individuos que han vendido su "ideología" por un blue Jean, un Rolex, o cualquier
producto notorio de la producción material capitalista. Inmersos en una orfandad edípica cuyo seno está, abundantemente, impregnado de carencias y demandas de "cariño".
El sometido no posee Voluntad, solo obedece.
La reforma a la "Constitución" es otra desfachatez, en un estado fallido, porque nada
funciona, todo es estéril. En consecuencia, observamos, más acentuadamente, los
desequilibrios mentales de un grupo en el "poder" que lleva en sí, los mecanismos de su
propia destrucción.
Ya no le interesa la soberanía, aunque cuando le conviene, habla de ella, se perfila un
discurso patológico que, con un gran temor, convoca a la guerra, ya no Difusa, sino
activando, paranoicamente, los signos de su entropía, su soledad, su posición fetal en la posibilidad fantasmática de la añoranza de una madre que le permita, desde el útero, nacer de nuevo, pero no adentro hacia afuera, sino todo lo contrario, buscando una ruta de escape hacia la nada.
Un término, muy importante en la filosofía de Gilles Deleuze es la Máquina de Guerra. Entre tantas máquinas de esa sala en devenir potencia filosófica, nos encontramos con las ya descritas:
- Máquina Abstracta.
- Máquina Despótica.
- Máquina Barbárica.
- Máquina Salvaje.
- Máquina Primitiva.
Pero también:
- Máquina Pulsional.
- Máquina Deseante.
- Máquina Orgánica.
- Máquina de Intensidades.
- Máquina de Sensaciones también denominadas "Cuerpos sin Órganos".
- Máquina Social.
Con relación a esta última nombrada, la máquina social es de gran interés en este ensayo. Sabemos que el Capitalismo es un gran productor de deseos, proliferan desde la llamada libertad de expresión hasta la libertad de tránsito, incluso, en decir lo que quiera y expresar lo que se siente y piensa.
Lo contrario a una máquina despótica de la cual la población solo obedece sumisamente, a lo que arbitrariamente hace el dictador en un estado fallido y forajido.
Qué pasa sobre el cuerpo de una sociedad?
Flujos, siempre flujos, y una persona siempre es un corte de flujo. Una persona, es un punto de partida para una producción de flujos, un punto de llegada para una recepción de flujos, de flujos de todo tipo; o bien una intersección de muchos flujos.
Es a esto que le teme la máquina despótica, les asfixia, la ahoga, la desubica, la extravía y siempre tendrá que re-acomodarse, bajo los designios de las patologías que la encubren sean estas neuróticas, bipolares, esquizoides, psicóticas, edípicas.
La respuesta será siempre babosa, cargada de ofensas, sin estilo, vocabulario funesto,
amenazador, retador, "guapo" de esquina pero hasta el culo de toxicidad. No representa una Clase Social, no posee contenido, está inmersa en una enfermiza falsa conciencia, no es proletaria, no satisface a sus seguidores, es lumpen delincuencial y no le interesa sino su propia destrucción.
Ya se observó en la "juramentación", sin pueblo, desolada, con puras y fatídicas
personalidades cuya autoestima, deja mucho que desear. Un triste y funesto Teatro. Nada como Sófocles, Aristófanes y Esquilo.
Por eso, el capitalismo, lo codifica todo.
Para todos los cuerpos de una sociedad lo esencial es impedir que sobre ella, sobre sus espaldas, sobre su cuerpo, fluyan flujos que ella no puede codificar y a los cuales no les pueda asignar una territorialidad.
Cuando un proceso revolucionario, ha perdido toda su capacidad innovadora o no edifica nada, recurre a la represión y a la ofensa y su final está cerca, no de una tragedia, sino de su triste comedia. Entre ellas las dictaduras en América Latina. No digo la de China, ya que esa edifica pero si le cuesta mucho codificar las de una Máquina Abstracta Capitalista, manteniendo la distancia entre una máquina de flujos de deseo del Capital y otra que está tejida sobre una historia represiva, despótica y salvaje.
En consecuencia, el acto fundamental de la sociedad es: codificar los flujos, el tuyo, el mío, y tratar como enemigo lo que, con relación a ella, se presente como un flujo no codificable, porque, una vez más, esto pone en cuestión toda la tierra, todo el cuerpo de esta sociedad.
Lo acontecido con Chevrón y el eximir de responsabilidad a un Estado Terrorista, es un indicador de que algo no está funcionando bien en la máquina de sobre-codificación, tarea imperativa del próximo gobierno Imperial.
En la Máquina Social la producción de deseos es inconsciente, como lo percibió Freud. Lo que no vio Freud y trabaja Deleuze & Guattari es que desear es producir, y producir
realidad. El deseo como potencia productiva de la vida.
Ahora bien, si estás convocando a una máquina de guerra, improductiva, usando a la gente como carne de cañón, agitando lo social desde un falso trono, vacío y macabro, no
esperarás a recibir un ramo de rosas violetas.
En consecuencia, no hay deseo revolucionario y el torrente de cambio se minimiza a un
simple efecto de riachuelo.
A este efecto, lo captó muy bien el Presidente de Chile y los asesores del de Brasil y
Colombia.
En un próximo ensayo me enfocaré sobre los 3 tipos de Máquina Social que describen
Deleuze y Guattari.
Es, de esta forma, que una máquina despótica, dictatorial y totalitaria, podrá inscribir la diferencia en el pensamiento, ya que su sustento es represivo, panópcial, criminal.
La simbiosis es el modo de conectar que produce la diferencia, acontecimiento, que abre la posibilidad de devenir Rizoma, es decir, dejar abiertas y multiplicar las formas de conectar las partes del organismo. Como muy elocuentemente realiza Alemania con Ucrania.
La Máquina de Guerra se refiere a las resistencias que se presentan ante la emergencia del Estado.
En un Estado fallido y forajido, dicha máquina se convierte en un mecanismo de chantaje, ya que no se activa para defender a la Soberanía, sino que se moviliza para "protejer" un grupúsculo de individuos muy distantes de la realidad social que se experimenta.
En consecuencia, las características de la Máquina de Guerra:
- Es un mecanismo material que se opone al capitalismo.
- Propone un nuevo plano de relaciones productivas.
- Crear un territorio estable.
- Crear una legalidad alternativa.
- Propiciar encuentros beneficiosos entre los cuerpos singulares.
- Evitar encuentros negativos o destructivos.
En definitiva, nada que se le parezca a las tribulaciones de un gendarme esquizoide que vocifera a su entorno y al mundo un "lenguaje" sin sentido y fracturado de todo horizonte de sucesos y conocimiento.
Alberto Borregales, el autor es filosofo y músico y quien reside en Caracas.
Editado por los Papeles del CREM, el 19 de enero del año 2025. Responsable de la edición: Raúl Ochoa Cuenca. [email protected]