¡A Votar!, por León Sarcos
Entiendo la molestia, el enojo, la indignación (¡miren que va increscendo!), la rabia, la ira de una proporción mayoritaria de la población, que, como yo, se siente muy arrecha, frustrada y en cautiverio, sometida por una cúpula de forajidos y unas Fuerzas Armadas, asombrosamente, para tristeza de la ciudadanía, cada día más alejadas del profesionalismo, de la civilización, de la modernidad, de la Constitución y la Ley.
Comprendo que una lógica elemental y un sentimiento primario ético y de sentido de justicia—de esta mayoría, escarmentada por las carencias, el sufrimiento y la mala calidad de vida de la revolución— después de largas jornadas de protestas que les costaron a familias decentes la pérdida de más de ciento veinte seres queridos en su mayoría jóvenes, nos obligue a renegar, por sospecha de fraude, de cualquier evento programado por el gobierno.
Se ha hecho casi que una costumbre, en estos trágicos y oscuros vente años de ignominia, que ganemos elecciones y el gobierno las mediatice o las ignore y la victoria se diluya por obra y gracia de una nueva e innovadora tracalería política, respaldada por esa virtuosa fuerza de la maldad conocida como Guardia Nacional Bolivariana. Pasó con el Referéndum Constitucional del 2007, el triunfo de la Alcaldía Metropolitana y el más reciente, abrumador, de la Asamblea Nacional.
Percibo como parte de esa mayoría, que constituye un martirio vivir en un país anómico, sin seguridad personal ni social, arruinado económicamente, desmantelado institucionalmente, de moribundos silenciosos a consecuencia de la falta de medicamentos adecuados y delincuentes con licencia para matar. Siento cómo todos y cada uno de los venezolanos, en los distintos niveles sociales, hemos ido perdiendo calidad de vida, unos hasta quedar en harapos y deambulando por las calles escarbando de la basura; otros entregando, sin contraprestación algunos, espacios para elegir la dieta diaria, la vestimenta apropiada y la recreación merecida; los menos comprando boletos para abandonar el país de los sueños.
Podría como muchos asumir que el camino de salida institucional y constitucional del régimen resulta inútil, pues sus representantes no tienen escrúpulos, ni ética ni principios: actúan como delincuentes y los delincuentes irredentos no entienden otro lenguaje que no sea el de la violencia, actitud con la queestaría dando una señal de que estamos vencidos, al menos por la vía pacífica y legal. Creo, por el contrario, que todas las marramuncias y dislates del CNE y las últimas declaraciones de ese cretino llamado Nicolás Maduro, donde anuncia que los nuevos gobernadores deberán juramentarse ante la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente, hablan por sí solas de que el régimen tiene sus encuestas, y con todas las alcabalas para frenar el principal de los legados de la democracia liberal, el voto, no podrán contener el casi unánime rechazo popular.
En política, en ocasiones, no es la fortaleza que se vocifera la que los gendarmes del régimen tienen: es la poca fuerza que realmente tienen a lo que temen los gendarmes del régimen. Recuerden, conciudadanos, que lo más sagrado que nos dio la República Liberal Democrática fue el Estado de derecho, hoy pervertido por el militarismo encubierto por una cúpula de civiles que desgobierna el país, los derechos humanos, la libertad de expresión y el voto. Aún quedan vestigios de democracia; vamos a rescatarla. Vamos todos como un solo ciudadano ¡a Votar!