Editorial Versión Final | La necesidad de valorar la política

Apelar al pragmatismo como nervio de un proyecto de país es abrir la puerta a más errores. Con esto no decimos que el pragmatismo puede usarse con mucho pulso como fórmula para resolver ciertos escenarios, lo que decimos es que no puede ser la guía en una transición como la necesaria en Venezuela.
El pensamiento político y la formación ideológica deben primar hoy en el terreno por sobre cualquier intento de reducir la política a decisiones expeditas y efectistas, las mismas que caducan con sobrada rapidez por ser ineficientes en el tiempo y muchas veces sumar más traumas.
Entonces ¿Es posible rebajar el valor del ideario político o es necesario elevarlo?
Desde Versión Final pensamos que allí hay mucho debate. Hoy se apuesta a una transición desde la oposición venezolana y en dicha carrera hay tentativas de vender el pragmatismo como ruta para enfrentar al régimen.
¿Es acaso mejor la improvisación desconcertante, que un plan articulado desde la política pensada, estructurada y acordada?
La palabra ideología, en el ámbito venezolano, podría equivocadamente tomar un cariz negativo dado el uso continuo en el argumentario del chavismo como base de su régimen, la palabra ideología siempre resonando como el canon puro de los comunistas y socialistas, pero resulta que todos los candidatos que compiten en las primarias tienen su ideología, y más aún, la representan abiertamente, la vociferan en sus discursos, la defienden y muchas veces la machacan también.
Así pues vemos en los candidatos como confluyen las corrientes del liberalismo, del humanismo, de la socialdemocracia, de la democracia cristiana, del capitalismo. Allí está ese universo de pensamientos y de formas de hacer política, unos más populistas otros menos, unos en la ola del personalismo y otros pujando por un juego sin caudillos.
Un proyecto de país surge de muchos actos de pensamientos, de muchas mentes, unas afines y algunas contrarias y ese es precisamente uno de los valores de la propuesta. Las propias ideologías son las que llevan, en no pocos casos, a los líderes a sentarse y buscar puntos de encuentro para, desde allí construir. Los ejemplos para bien sobran, para mal están los radicalismos.
En cambio el pragmatismo suele dejar por fuera el acuerdo porque no quiere desgastarse en consultar las otras corrientes, aquello le quita tiempo y él busca respuestas veloces, la audacia de los pactos duraderos no es su prioridad, la necesidad es tapar el hueco y seguir.
La transición venezolana claro que debe estar amparada en el pensamiento político, en la capacidad de absorber lo mejor de cada uno y diseñar un plan de largo plazo que se aleje del inmediatismo. Nuestra transición requiere de mentes trabajando día y noche en planes viables e integradores, pero planes al fin, una ruta que los venezolanos puedan visualizarse todos, que puedan oírla, soñarla, casi que puedan palparla, una ruta clara estructurada desde la razón profunda y no la improvisación.
La ideología no ha muerto ni morirá. El pragmatismo es la puerta de entrada al populismo y su característica es una gestión de gobierno de “ensayos y errores”. La ideología es la norma y líneas claras de gestión. Es peligroso que un (a) candidato (a) afirme que la ideología murió.
Esperemos el debate de mañana a ver si algo de esto hay.
Carlos Alaimo
Presidente-Editor
11 de julio, 2023.