Editorial | Periodismo sin riesgo no es periodismo

“A mí no me jodes tú.. oíste” así le respondía un airado Jaime Lusinchi, presidente de Venezuela, al reportero del noticiero de Radio Caracas Televisión Luis Guillermo García. Era 1993.
García ejercía el periodismo y representaba una línea editorial marcada por su medio.
Para unos sería libertad de expresión y de prensa, y para otros un mecanismo de presión por intereses empresariales o extranjeros.
Tras el pacto de Punto Fijo (31 de agosto de 1958), en Venezuela los medios de comunicación pasaron a informar en democracia.
Y aunque no todos, algunos optaron por ejercer un periodismo indagador e incisivo que sacudía al Miraflores de los demócratas.
Esa garra les haría destacar luego como espacio donde lectores, radioescuchas y televidentes consultarían en la búsqueda de verdades y otros puntos de vista que disentían de la matriz que se vendía por la mayoría.
Sí, también en democracia, periodistas y medios recibían presiones del Gobierno y de políticos con poder. En efecto también se negó el papel y se bloquearon concesiones para radio y tv. Luis Herrera Campins (Presidente - 1979-1984) llegó a decir que en Venezuela había “más libertad de prensa que de información”.
Octavio Lepage, ministro del Interior de la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) ordenaba acciones y decomisos contra la revista Al Margen y también suspendía transmisiones de RCTV.
Incluso, según el archivo de la revista Comunicación del Centro Gumilla, un Tribunal Militar de Caracas ordenó en junio de 1981 la detención de la periodista María Eugenia Díaz por supuestamente revelar información de seguridad nacional en un artículo del Diario de Caracas.
Hubo muchos casos de violación a la libertad de prensa reseñados durante los años de la cuarta república.
Pero aún así nunca comparado con las persecuciones y el terror que se imprime hoy día desde la cúpula para generar una destructiva autocensura donde medios y comunicadores son afectados hasta el nervio.
Hoy se cuentan por decenas los periodistas que han preferido salir del país para sostener su estilo de hacer prensa en Venezuela. Es decir, hacen sus investigaciones en remoto y revientan las verdades que sacuden al Gobierno en portales digitales, podcast o programas en streaming visitados por millones a diario, dentro y fuera del país, esquivando los intentos de censura y bloqueos con las tecnologías VPN.
De haber continuado en el país muy probablemente estarían engrosando las cifras de encarcelados sin el debido proceso.
Así pues vemos que el ataque a los medios no es solo cuestión de regímenes autoritarios, también es cuestión de democracias con vicios, de grupos criminales, de intereses corporativos, de jueces podridos.
El periodismo es un oficio de riesgo. El andamiaje donde se sostiene el periodismo que busca la verdad está forjado con ética, disciplina y riesgo. Lo otro no es más que prensa rosa y banalidades.
Si ese periodismo combativo que indaga en profundidades peligrosas de donde se extraen los datos importantes de la realidad, no se atreviera a escribir en las páginas de la historia, entonces la mentira y la desinformación terminarían imponiéndose en todos los rincones y las sociedades terminarían presas de una simulación.
Sin ese empuje original el periodismo entonces no habría existido, no tendríamos hoy grandes referentes nacionales como internacionales en la materia. Sería, en todo caso, un mundo de propagandistas vendedores de ilusiones refinadas por gobiernos y empresas.
Mantener una línea editorial no es tarea fácil. Mucho menos en un marco de violaciones.
Así que nos sujetaremos a nuestro apego por la libertad de información, de indagación, de contraste responsable y de equilibrio en contra de todo aquel poder que quiera torcer la verdad.
Carlos Alaimo
Presidente-Editor