Editorial | El trabajador en el contexto ideológico

Toda sociedad posee un motor que la mueve, más rápido o más lento, y no es la ideología precisamente. Es el motor humano de los trabajadores, esa clase donde se apuntala la producción de una nación.
Sobre ella se construye el crecimiento económico, en muchos casos de ella surge ese ascenso templado que se abre camino sin herencias ni los trampolines de los círculos de poder, y entonces muchos evolucionan en empresarios que suman nuevas ruedas al engranaje del país.
Los trabajadores no pueden estar fuera de la ecuación para alcanzar la prosperidad y bienestar de una nación, y sin embargo, al día de hoy, resulta en una constante que se quiere vaciar de valor.
Esto desde el punto de vista de sus condiciones laborales y otro, muy reciente y relevante, la posibilidad de entrar en un periodo proyectado de extinción sin orden ni protección por el efecto destructivo en materia de puestos, que tendrá la Inteligencia Artificial.
Cada sociedad los defiende como cree.
Por ejemplo, ¿quién puede negar que el crecimiento exponencial de China y su salto a nivel de imperio se forjó en sus legiones de trabajadores que la convierten en el centro productivo del mundo?
A estas alturas creo que nadie. Pero pese a ser la médula del imperio chino, los trabajadores, en su mayoría, solo viven para eso, para trabajar. Su bienestar no escala proporcionalmente al ritmo del país. Por eso Apple, Tesla y otras gigantes construyen allí, por el abaratamiento de los costes de producción y, por ende, de la mano de obra.
En Venezuela, por dar un repaso, que se presenta como un modelo afín, la situación es otra. El trabajador no solo es mal pagado, sino que también el propio sistema económico, monoproductor, nunca se abrió a la transformación de las materias primas y todas las dimensiones laborales que se pudieron desarrollar para millones de trabajadores venezolanos, nunca vieron luz.
En España, por abordar un tercer ejemplo, los autónomos ( trabajadores independientes) son el pulmón de toda una economía nacional, pero son castigados con altísimos impuestos que los empobrecen e instauran un modelo que sacrifica el emprendimiento.
Estos últimos tres casos confluyen en un socialismo, paradójicamente de los sistemas que nacen con las promesas de mejorar a los trabajadores.
Bajo los modelos liberales tampoco es que los saltos sean exponenciales en mejoras. Sí que hay y se han logrado a pulso, condiciones más favorables en muchos casos, pero todo dependerá no solo del Estado, sino también de las filosofías empresariales que arropan o no sus motores humanos.
Salta aquí un debate que se hace urgente: la irrupción de la Inteligencia Artificial como un agente de transformación radical de la historia. Es lo que está pasando y es lo que viene.
Se estima que en los próximos 10 años unos 400 mil tipos de empleo serán destruidos, ¿qué pasará con el trabajador?
Así como celebramos el surgimiento de una tecnología que puede llevarnos a otros estadios de evolución, también creemos urgentemente necesario el inicio del debate por legislar y dar forma a los marcos que protegerán a sociedades enteras y personas que no hallarán un trabajo.
El trabajo debe servir al ciudadano para garantizar un ascenso social progresivo que se extiende al crecimiento económico y, darle así una vida digna que le permite poder tener un hogar.
Por ello es vital que hoy es imperante que se legisle sobre el trabajo. Este tema no es exclusivo a la clase sindical, puestos que estos se han limitado a mejoras en sueldos y salarios. Se debe crear una política de educación y formación continua para lograr transformar obreros y trabajadores en emprendedores independientes y, en ello juega un rol importante la educación para el trabajo y un sistema financiero que apalanque las iniciativas privadas para producir microempresas que harán posible disminuir el número de empleados y obreros e incrementar el número de empresarios. Esto debe ser una tarea de hoy y así poder estar en el mañana preparados para frenar la amenaza de la IA.
En Venezuela esto dista de ser posible hoy en día, puesto que el modelo del gobierno está orientado a tener a una clase obrera y no excluye a los profesionales sometida para su política clientelar.
La mesa está servida de nuevo.
Carlos Alaimo
Presidente-Editor