Eduardo Martínez | Sobre la justicia y otras justicias

Siempre que nos hablan de justicia viene a nuestra mente la imagen de una bella dama que, ataviada con un ligero lienzo, una venda que tapa sus ojos, sostiene en una mano una balanza equilibrada, en tanto en la otra mano está blandiendo una espada.
Según los jurisconsultos, esta imagen representa de la mejor manera lo que significa la justicia. Una justicia sin privilegios que no distingue entre las personas, se aplica de forma equitativa y con el mismo rasero.
En un mundo “ideal”, esa sería la imagen perfecta. Aunque detrás de los conceptos existen siempre las manos de hombres y mujeres de carne y hueso, con virtudes y defectos, con sus fortalezas y debilidades, espíritu de entrega y también necesidades, que no siempre sostienen en una mano la balanza del equilibrio. Y así mismo, nunca sabemos si la venda cubre ambos ojos, y tampoco vemos el color que tienen tras sus espaldas.
En tanto, la vida nos enseña que esa perfecta imagen no representa la totalidad del espectro de personas que intervienen en un sistema de justicia: policías, fiscales, abogados, etc. Recordemos que esta fauna humana llega ante un juez, para que con su venda, su balanza y espada, decida e imponga justicia en las diferencias entre las partes.
Sin embargo, la vida es más complicada que eso. Y nos referimos a lo de “todos los días” cuando cada ser humano toma decisiones en su labor y trabajo, debiendo aplicar normas y procedimientos, y hasta castigos y reclamos, teniendo siempre en su norte de acción el “ser justo”.
En este sentido, y a pesar de no tener una venda que tape sus ojos, todos los seres humanos están obligados a actuar en justicia. Algo que no se le enseña a las personas en cualquiera de la diversidad de profesiones y oficios, más allá del derecho.
Lo grave es -a qué tenemos que atenernos- cuando los que debieran impartir justicia, teniendo detrás colores distintos a la pureza, ven por las rendijas del tapaojos, sus balanzas siempre están inclinadas por factores distintos a las leyes, y las espadas las usan para condenar sumariamente y subyugar a un pueblo más allá de la razón y las leyes.
En ese caso, ¿cómo podemos exigir al ciudadano común y corriente que sea justo? Si tampoco le hemos enseñado los principios de la justicia y, por ende, a ser justos y actuar en justicia.
El ingeniero Eduardo Martinez, autor de este escrito, es el editor del portal de politica y economia eastwebside.com
Editado por los Papeles del CREM, 17 de enero del año 2025. Responsable de la edición: Raúl Ochoa Cuenca. [email protected]