La biología detrás de las decisiones amorosas: ¿realmente elegimos a nuestras parejas?

El amor es un sentimiento profundamente humano, marcado por una atracción que a menudo es difícil de explicar. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que esta atracción podría no ser tan "personal" como creemos, sino que podría estar influenciada por nuestros genes en un intento por perpetuarse. Esta hipótesis se conecta con la famosa afirmación de Richard Dawkins sobre los humanos como "vehículos" para nuestros genes.
Un estudio fundamental en este campo fue realizado por Claus Wedekind en 1995. En este experimento, hombres usaron camisetas sin usar perfumes ni desodorantes durante dos noches. Las camisetas fueron luego olfateadas por mujeres, quienes prefirieron el olor de aquellos hombres cuyos alelos del MHC (Complejo Mayor de Histocompatibilidad) eran diferentes a los suyos. Este hallazgo sugiere que las mujeres buscan parejas con genes distintos para evitar la endogamia y garantizar descendencia más saludable. Sin embargo, este patrón se invirtió en mujeres que usaban anticonceptivos orales, lo que plantea preguntas sobre cómo estos métodos pueden afectar la selección de pareja.
La investigación también destaca que los hombres son capaces de detectar la ovulación a través del olfato y el comportamiento de las mujeres, lo que implica que la predilección por aquellas que están ovulando es fisiológica. Durante la ovulación, las mujeres tienden a exhibir ciertos comportamientos, como un tono de voz más agudo y una mayor disposición hacia el coqueteo, señalando su máxima atracción.
Un aspecto clave en las elecciones de pareja es la diferencia en criterios de selección entre hombres y mujeres. Generalmente, los hombres se sienten atraídos por la juventud y el atractivo físico, mientras que las mujeres tienden a valorar recursos y capacidad competitiva en los hombres. La altura, por ejemplo, sigue siendo un atributo significativo, relacionado con un mayor éxito económico y social.
Las mujeres jóvenes son consideradas de alto valor reproductivo, no solo por su fertilidad, sino por su potencial a lo largo de los años para concebir. Se ha observado que atributos físicos como la simetría facial y corporal también son indicadores de buena genética. Es por ello que los hombres tienden a preferir parejas más jóvenes, mientras que las mujeres a menudo eligen hombres un poco mayores.
Además, estas dinámicas se ven influidas por lo que se conoce como anisogamia: la diferencia en el costo de producción de gametos entre hombres y mujeres. A pesar de que las mujeres son más selectivas en su búsqueda, los hombres tienden a ser más abiertos a relaciones casuales. Estudios muestran que, cuando se les ofrece mantener relaciones sexuales, un 75% de los hombres aceptaría, en contraste a la ausencia de aceptación entre las mujeres.
En el entorno actual de las aplicaciones de citas, estas tendencias se han exacerbado. Las mujeres son más selectivas debido a la gran cantidad de opciones disponibles, mientras que muchos hombres optan por un enfoque generalizado en la selección. En plataformas como Tinder, las preferencias también varían notablemente: las mujeres tienden a preferir hombres con educación superior y ciertos rasgos físicos, lo que contribuye a un desbalance en el acceso a parejas.
Así, el amor, lejos de ser meramente un sentimiento personal, podría ser el resultado de un elaborado proceso evolutivo. Las decisiones que creemos tomadas con el corazón están profundamente enraizadas en nuestra biología, lo que nos lleva a cuestionar si realmente elegimos a nuestras parejas o si son nuestros genes quienes dictan estas elecciones.
Estos datos han sido recogidos por la publicación de corte científico Muy Interesante MuyInteresante.