Una sola palabra puede costar la vida en La Rita
Santa Rita es tranquila, dice Adela Borjas y sonríe. Tan tranquila es, agrega, que no le preocupan las calles oscuras; es más, le gusta cuando cae el sol y se ve desde lejos la silueta del Puente sobre el Lago de Maracaibo, porque se respira aire fresco, y eso es un alivio.
“Tan tranquilo es –insiste con voz gentil– que a veces mi marido duerme en la noche aquí afuera, en el patio, escuchando el chapoteo del marullo”. Un rato después, al digerir la frase, uno empieza a preguntarse si la señora Adela hablaba en serio o en broma.
Estaba recordando, así era, aclara con una mirada perdida al horizonte. Ya el municipio Santa Rita no es tan tranquilo como fue hace algún tiempo. En sus estrechas calles ya se ven “motoarrebatos”, la gente llega a utilizar los pocos cajeros automáticos con temor a ser atracados. Ahora los niños son despojados de sus bicicletas. Hay enfrentamientos a cada momento entre bandas y atracos a mano armada.
No se respira paz, hay muchos robos a las casas, a las fincas, a la gente en la plaza, repitió la señora Adela en varias oportunidades cuando la abordamos a través de un ventanal de su casa. El “tranquilo” pueblo ubicado al otro extremo del Puente sobre el Lago de Maracaibo irrumpe a cada momento los titulares de los diarios de las noticias de sucesos de Maracaibo y la Costa Oriental del Lago. Parece un pueblo tranquilo, que conserva aún las viejas casas de los tiempos aquellos de la llegada de las compañías petroleras extranjeras cuando la bonanza, pero no lo es. La Rita está lejos de ser una zona de paz.
Sus habitantes se mantienen aterrados. El miedo se les hizo cotidiano. Sobreviven a la violencia que los azota, a veces con saña endemoniada, en silencio inmarcesible. En La Rita una sola palabra podría costar la vida. Por eso no declaran a la prensa. Por eso no gritan la agonía que viven. Por eso se cuidan de anunciar lo que ya es un secreto a voces, una especie de tierra de nadie, a 20 minutos de Maracaibo, que muchos venezolanos saben que existen pero que no conocen.
“Fue por muchos años un pueblo tranquilo, con sus playas y brisa que mece los cocotales, que despedían con sus ramazos a los pescadores desde los patios de sus casas en su rutinaria faena en el Lago de donde muchas veces regresan ahora sin sus embarcaciones, motores y aparejos, porque los “piratas” (hampa del Lago) se han apoderado del estuario y poco a poco han acabado con esta actividad”, dijo Julio Moncada, pescador de la zona.
Unas pocas patrullas con nerviosos policías estatales vigilan este municipio, bloqueando, la mayoría de las veces, el paso por la vía principal con “alcabalas” en la búsqueda de los más temidos sicarios y bandas armadas. Las autoridades aún no han detenido ni a uno de los sicarios implicados en los tiroteos registrados.
Las zonas más peligrosas
Entre los sectores considerados como de mayor peligrosidad destacan: La Explosión, El Cacique, Valle Escondido, Los Olivos y el urbanismo Villa Santa Rita. En estas zonas se presume se esconden los integrantes de la banda de “El Puchungo” que se mantiene en pugna con sus similares de la banda de “Pepito”.
Uno de los hechos registrados en el municipio que ha causado un temor colectivo fue el del pasado 18 de febrero en un improvisado estadio de béisbol (extenso terreno) ubicado en el sector 4 Bocas donde se produjo un enfrentamiento entre bandas y dejó cuatro personas muertas.
En lo que va de año se han registrado 28 crímenes en el municipio de la Costa Oriental del Lago. Fuentes policiales aseguran que la mayoría de los asesinatos es por una vendetta declarada entre la banda de “El Puchungo” y de “Pepito”. Santa Rita es uno de los municipios más violentos del Zulia.