Piden investigar muerte de niño por hambre

Días sin comer y el avanzado estado de desnutrición habrían provocado que el organismo de Manuel Adolfo Mejía Vásquez, de 6 años, colapsara. Vecinos creen que sus representantes lo alimentaban con desperdicios, pese a tener la nevera llena de alimentos. A las 5:30 de la tarde del pasado 26 de julio se desmayó en la sala de su casa 124, en la urbanización Antonio José de Sucre, del municipio San Francisco. Su hermanita Ana Bárbara, de 5 años, lo vio agonizar pero no se atrevió a avisarle a su padre Luis Mejía Alvarado: “¡Su sueño se respeta!”, les diría con temor.
Cuando el progenitor despertó encontró a “Manuelito” en el suelo. Lo cargó y lo llevó hasta la casa vecina de Darío Acosta, quien contó que su esposa, por ser enfermera, intentó darle los primeros auxilios, pero el niño ya estaba rígido.
La comunidad se alió y llevó a Manuel hasta el Centro de Diagnóstico Integral (CDI) de El Callao, donde los médicos de guardia certificaron su muerte. El pequeño tenía horas de fallecido, a pesar de que el padre aseguraba que eso acababa de ocurrir. La autopsia arrojó que falleció por presentar un cuadro severo de desnutrición. Tenía una bacteria en la orina y deshidratación.
Horrorizados
Los vecinos, al saber que el niño murió se alarmaron, pues nunca supieron que en esa residencia vivían los hermanos Mejía Vázquez. Los niños eran como fantasmas.
Solo sabían de la existencia de un bebé de ocho meses que tienen en común Luis Mejía con su actual pareja Vicmar Morillo, quien trabaja con la misión “Barrio Nuevo Tricolor”, madrastra de los otros pequeños. Mostraron como con una cadena impedían que abrieran la nevera.
Con la noticia de la muerte de “Manuelito”, los residentes de la urbanización fueron hasta la casa a ver en qué podían ayudar a Vicmar para preparar el sepelio. La encontraron bañando a Ana Bárbara para bajarle la fiebre de 4o grados. Le propusieron llevarla a un hospital para que los médicos la evaluaran, pero la mujer se negó.
“Sabía que si iba para un sitio público las autoridades tomarían cartas en el asunto y pidió que la llevaran a una clínica”, recordó Darío ayer, durante una reunión con más de 15 vecinos que luchan porque se haga justicia.
Los habitantes recolectaron dinero y llevaron a la pequeña de cinco años a un centro de salud privado. Allí la niña manifestó tener mucha hambre.
En los exámenes que le realizaron revelaron que Ana tenía una bacteria en el estómago y al igual que su hermanito un cuadro grave de desnutrición. La menor no toma agua fría, solo caliente. Los jugos se los rechazó a los enfermeros porque no sabía qué era eso.
“Le tenía miedo hasta a la luz del sol. Era evidente que la mantenían en cautiverio”, manifestaron los residentes, quienes preguntaron a la pequeña qué comía y ésta en medio de su inocencia reveló que las “conchas de plátano y cambur que su papá botaba en la basura”.
Traslado e investigación
“Los pequeños tenían quemaduras como de cucharas calientes. Ana la tenía en una de sus manos y Manuel en su cadera”, expresó María Torres, quien relató que a “Manuelito” no lo quisieron sepultar en el Zulia. Se lo llevaron en un féretro hasta el municipio Boconó del estado Trujillo, donde vive la familia de Morillo.
Allá tienen hospitalizada a Ana Bárbara con visitas restringidas, hasta que se recupere y pueda responder a las preguntas de los psicólogos en materia de menores del Cicpc, Base Boconó.
Los sabuesos de Base La Cañada de Urdaneta ya tienen conocimiento del caso y mantienen contacto con sus compañeros andinos para hacer justicia por este caso, catalogado por ellos mismos como “cruel”.
La vida de los hermanitos Mejías Vásquez ha sido un calvario desde el 2013, cuando el sargento primero Franklin Vásquez estrangulara y descuartizara a su madre biológica Anaeliécer Jazmín Vásquez Camacho, de 27 años, por celos.