El violador que huía de las fotos

Manuel hoy tiene 7 años, y en su inocencia aún recuerda con cariño a Juan Carlos Sánchez Latorre, el hombre con dos rostros. El pequeño, gracias a la suspicacia de su madre, siempre conoció la mejor versión del violador más buscado de Colombia.
-Ese es mi amigo Juan, mami. El que me arreglaba la computadora y le ponía muchos juegos. Cuando le mostraron la fotografía del “Lobo feroz”, plasmada en la última página de Versión Final, el niño de 1.10 metros de estatura, delgadito y moreno, acarició el periódico con sus manos, levantó las cejas y asomó una sonrisa. Su imagen no le era repulsiva.
La madre de Manuel, Hilda de Jiménez, cuenta que cuando conoció a Juan, a quien le gustaba que lo nombraran Danilo Santiago, estaba en los primeros meses de gestación de su tercer hijo. Eran mediados de 2009. Sánchez Latorre le vendió una computadora, un equipo de su propiedad que él mismo habría reparado en su residencia, cercana al hogar y pequeño restaurante de la calle que está a un costado del Instituto Universitario de Tecnología y Readic (Unir), en el centro de la ciudad.
Cuando Manuel nació, sus otros dos hermanos mayores, de 13 y 16 años, habían entablado una relación sólida, de “panas”, con el pedófilo. Fijaron una rutina de cine y videojuegos bastante fraterna junto con un grupo conformado por él y siete adolescentes. El violador era como un líder de la manada.
El vínculo con el pequeño recién nacido era más amoroso. “Él decía que era su padrino, hasta lo enseñó a pedirle la bendición. Le compraba chucherías y juguetes. Lo trataba con mucho cariño”, comenta la mujer.
El “Lobo feroz”, aunque parecía estar en etapa de reposo de sus labores, siempre estaba rodeado de niños. “Juan trabajó por aquí en tres ciber, del último lo botaron porque le gustaba sentarse a los menores en las piernas. Cuando la Lopna prohibió la entrada a niños en las salas de Internet -para el 2010- generaba muchos problemas”, relata Hilda. Ella y su marido, eran para el pedófilo, sus compadres.
La pareja le daba alojo algunas noches, y le prestaron una parte de su local de comida para que instalara una mesita con su laptop. Allí, el “Lobo feroz” se desempeñó como transcriptor y asesor de tesis. Ese sería el sitio que llamó su “negocio”, que meses más tarde terminaría en la quiebra por la situación del país.
La pequeña calle que colinda con el instituto fue el refugió del “Lobo feroz” por siete años, para la fecha ya el cuarto hijo de Hilda habría nacido. Para el audaz pedófilo, Mathías también era su ahijado. “Juan empezó a trabajar y venir aquí por mi esposo, que lo conocía por sus andanzas en esta calle. Lo eché porque era muy vivo con el dinero. Reparaba algo y cobraba de más. Cuando me cortaron el Internet no le fue rentable”, aseguró la madre.
Casi le perdieron el rastro en el 2016 y el año pasado los esposos solo recuerdan algunas visitas esporádicas.
Peter Pan
Sánchez Latorre estaba congelado en el tiempo. Se quedó en su infancia, como Peter Pan, personaje del cuento del escocés James Matthew. Así lo apodó Hilda mientras estuvo ligada a su familia. Y lo compara: “Hablar con él es como si te sentaras a conversar con Manuel, es como un niño”.
José bautizó con otro alias al que llamó su compadre: “Yo le decía Michael Jackson. Siempre rodeado de niños, de lo único que hablaba era de animes y juegos. Aquí -José señala su antebrazo izquierdo- tenía un tatuaje de Shaka de Virgo, un personaje de la serie Los Caballeros del Zodíaco. Así se llamaba una de sus cuentas de Facebook, las demás tenían nombre de otros muñequitos”.
La confianza de José en el que consideró su amigo era enorme. Pero Hilda, siempre en pro de la protección de sus retoños, nunca le quitó los ojos de encima. “Ese hombre no me daba buena espina. Yo no sé qué haría en la computadora porque tenía todo bloqueado y si usaba la mía borraba todo. Una vez hasta le dije: ‘Vos como que violaste o mataste un carajito en Colombia, por eso te viniste huyendo para acá’”.
El “Lobo feroz” siempre trataba de borrar sus huellas, pero no era precavido. Los Jiménez recuerdan haber visto más de cinco identidades falsas de Juan Carlos. Hilda nunca dejó a sus hijos solos mientras el violador estaba en su casa. Tampoco le permitió llevarse a Manuel para un paseo solitario. Sus alarmas se encendieron cuando el tecnólogo demostró un vértigo pasmoso por las fotografías.
“Le tenía miedo. No lo podías fotografiar porque hasta se ponía a pelear”.
Cambio de hábitat
Antes de alojarse en el centro, el depredador se desenvolvía en otro hábitat. Por un tiempo laboró en uno de los locales donde ofrecen servicios de computación e Internet que están frente a la Universidad Rafael Belloso Chacín (Urbe). Allí habría conocido a la joven Mariana en su época de estudiante de Relaciones Públicas y Publicidad, y mucho tiempo después habría entablado una relación amorosa con la joven, quien para mitad del año pasado le abrió las puertas de su hogar en el Conjunto Residencial Terrazas de Maracaibo, cerca de la Circunvalación 2.
El perfil del “Lobo feroz” allí fue mucho más discreto. Permaneció oculto, tanto que con el paso de los años los trabajadores de la zona poco conservan su recuerdo. Algunos aseguran haberlo visto, divagando por las calles. “Ese hombre vino a comer aquí varias veces”, dijo con asombro y sin la más mínima duda la joven cocinera de un restaurante. La abogada de un ciber afirma que lo vio realizando documentos varias veces en su negocio.
Otros apenas presumieron que se desempeñó en un pequeño negocio del que salió disparado por problemas de dinero. Pero lo cierto es que ninguno se enfrentó a la verdadera cara del que desempeñó un rol de depredador sexual, con denuncias de abusos a más de 500 menores en Colombia. La gran pregunta es: ¿Su conducta pedófila extendió sus tentáculos en suelo venezolano?
*Por protección a la fuente se usaron nombres ficticios en el texto.