Víctima de abuso sexual infantil: "Todos piensan que el abuso empieza y termina cuando sucede, pero va mutando dentro de ti"

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, una de cada cinco mujeres y uno de cada trece hombres en el mundo ha declarado haber sufrido abuso sexual infantil. En España, las cifras son similares, reflejando un problema global significativo. Virginia, de 53 años, comparte su experiencia, habiendo sufrido abusos en tres etapas diferentes de su infancia por parte de su tío, del marido de su madre y de un monje budista. Virginia relata en una entrevista que “todos piensan que el abuso empieza y termina cuando sucede, pero va mutando dentro de ti”. Esta complejidad emocional a menudo se traduce en dificultades en relaciones futuras.
Virginia, quien ha relatado su historia a El País de España, forma parte de un grupo de doce individuos (11 mujeres y un hombre) que participaron en la investigación de Nereida Bueno-Guerra y Laura Tamés de la Universidad Pontificia Comillas. El estudio, titulado “Recomendaciones basadas en evidencia científica para parejas y amigos de adultos sobrevivientes de abuso sexual infantil”, busca ofrecer orientación a familiares y amigos de las víctimas sobre cómo brindar un apoyo efectivo. Las respuestas del entorno familiar son clave para la recuperación, ya que una buena reacción puede actuar como un factor protector frente a la sintomatología psicológica.
Alba, de 41 años, también una sobreviviente, relata que tras revelar su historia a un amigo, recibió validación que la ayudó a buscar terapia. “Sentí alivio. Si no hubiera encontrado esa validación, quizás me habría costado mucho más volver a hablar de eso”, explica. Ella destaca la importancia del apoyo emocional frente a la tendencia a minimizar las experiencias traumáticas.
En contraste, M., que opta por usar solo su inicial, vivió un silencio abrumador tras sufrir abusos de un profesor de pintura. A pesar de denunciar el caso durante su infancia, relata que el tema nunca fue discutido abiertamente en su familia, lo que intensificó su sufrimiento. “Mi madre me apoyó, pero la falta de diálogo creó un silencio que solo aumentaba mi sensación de abandono”, menciona.
Los testimonios revelan que el abuso no siempre implica violencia física o repetición. Según Beatriz, quien fue abusada por su padre desde los 3 hasta los 12 años, “cada vez que intento recordar algo de mi infancia, lo que me viene a la cabeza son los abusos”. Su experiencia resalta la necesidad de hablar sobre estos temas en el entorno familiar para fomentar una comunicación sana.
Martín, de 29 años, reflexiona sobre cómo minimizó su propia experiencia al calificarla como un “juego”, hasta que se confrontó con un relato de abuso que lo llevó a reconocer la severidad de lo que sufrió. “El entorno receptor es básico”, indica, subrayando la importancia de un apoyo empático.
La investigación también revela que muchas víctimas se sienten presionadas a compartir su historia con sus parejas, lo que puede dificultar su vida sexual y generar sentimientos de rabia por no haber sido protegidas en su infancia. Andrea, de 38 años, insiste en que la validación de sus padres fue crucial para su proceso de sanación, destacando el daño causado por la invalidación que vivió durante años.
La lucha para abordar el abuso sexual infantil exige no solo la voz de las víctimas, sino también un cambio en la forma en que la sociedad responde a su dolor. La investigación de Bueno-Guerra y Tamés busca abrir un espacio para el diálogo y facilitar el camino hacia la sanación para quienes han vivido este trauma.