El diario plural del Zulia

El microbachaqueo cruza desapercibido la frontera

La hormiga carga, día y noche, hojas y hierbas que corta de los alrededores, en una interminable fila de obreras hasta acabar con el cultivo. Los estudiosos de los insectos dicen que la hormiga “bachaca” está organizada, al igual que las abejas obreras, zánganos y la reina.

Berta (nombre ficticio de una bachaquera), es la “reina”, sale muy temprano de su casa al mercado Las Pulgas. Recoge algunos productos regulados: champú, desodorante, pasta dental, arroz, azúcar. Se reúne con sus “obreras” y algunos “zánganos” para distribuir entre sí las cantidades que le corresponden a cada quien, y morral en la espalda, se disponen a viajar con destino a Maicao, población colombiana fronteriza donde es más rentable comercializar artículos regulados.

Así comienza el negocio del microbachaqueo.

Al pasar la frontera, todos los productos que cada uno lleva consigo son acomodados para la venta del día. No levantan sospecha porque llevan pequeñas cantidades cada uno, pero al entrar al vecino país, reúnen lo que cada uno lleva para preparar las docenas que le corresponden a cada quien. Se separan y esperan la mejor oferta. Mayormente el colombiano los reconoce, y antes de que ellos ofrezcan, surge la pregunta: “¿qué trajiste?”. Quien dé más, se queda con los productos venezolanos.

Salen desde Las Playitas, a las 5:00 de la mañana ya hay carritos por puesto disponibles. Cobran entre 2.000 y 2.500 bolívares hasta Los Filúos. Ahí, estando a pocos kilómetros de su destino, no menos de 15 personas se embarcan en un camión 350; pagan 1.500 bolívares. La rutina diaria los hace compinches, pero ante el peligroso paso de frontera es preferible no cruzar palabras mientras transcurren las dos horas en medio de las trochas.

El camión se estaciona en la calle 12 del centro de Maicao, la actividad comercial es tan picante como en Maracaibo. El agite de los transeúntes y el grito de la oferta a todo pulmón. El ruidoso paso vehicular queda estrecho. Las carretillas llevan apilonadas pacas y pacas de harina pan (venezolana), otros cargan en su espalda la harina arepa-arepa (colombiana), y así desfilan todos los productos que, unos por escasos y otros por costosos, no llegan a la mesa de algunos hogares. La siguiente calle –13– es únicamente comercio de alimentos y medicinas. Allí hombres y mujeres son los protagonistas del negocio colombovenezolano.

Los microbachaqueros, sigilosos y cargando solo un morral, son unos profesionales del mercadeo y ventas, con especialización en economía. Hacen la conversión mentalmente de bolívares a peso y viceversa. Saben qué es lo que genera ganancia “de aquí pa’ ya y de allá pa’ aca”.

A Berta le pagan en pesos colombianos. Trae en su caleta cerca de 100 mil pesos, viaja con ellos de regreso a casa, los cambia en Plaza Lago y programa el viaje del día siguiente. Ella aproxima una ganancia que va de 30 a 50 mil bolívares diarios por viajar a Maicao. En mercancía lleva invertido Bs. 100 mil.

Otros bachaqueros de frontera prefieren regresar a Venezuela con más mercancía colombiana, pues también se vende en el centro de Maracaibo, entre Las Playitas y Las Pulgas, mayormente arroz, harina de maíz, azúcar.

Una paca de arroz que tiene un valor en Maicao de 45 mil pesos, lo que representa en bolívares 45 mil, al comercializarlo por unidades en Maracaibo, –24 unidades en Bs. 2.400– genera una ganancia de Bs. 12.600 por paca y 525 bolívares por cada kilo de arroz.

Lo mismo sucede con el azúcar. La paca cuesta 65 mil pesos, equivalente a 65 mil bolívares. El producto por kilo se comercializa en Maracaibo en tres mil bolívares “bachaqueado”, lo que representa una ganancia de siete mil bolívares por las 24 unidades.

La relación de los precios tiene un margen de diferencia de 1.000 %. Para ejemplifificar, el poder adquisitivo de un colombiano, su sueldo mínimo es de 689 mil 455 pesos. Ningún producto de los antes mencionados, alcanza el 10 % del ingreso del “parcero”. Sin embargo, en comparación con la economía venezolana, el sueldo mínimo está por debajo del precio de una paca de arroz.

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