“María Corina y Edmundo González jamás estuvieron completamente articulados: creen en rutas y cosas distintas”

Marisela Betancourt, politóloga de la Universidad de Los Andes y cursante de una maestría en el Centro de Estudios Políticos de América Latina, analiza la figura de Edmundo González Urrutia (EGU) en función de su decisión de solicitar asilo político al gobierno de España.
Betancourt, quien reside en Buenos Aires desde hace varios años, cuestiona que se trate de hacer una valoración de la situación política venezolana con variables de una democracia y que, en ese contexto, se pretenda juzgar el rol desempeñado por EGU como el de un político orgánico devenido en candidato presidencial en los términos de una coyuntura electoral normal.
"No pareciera entenderse que su candidatura surge de una situación sobrevenida, durante una restricción absoluta de las inscripciones de candidatos. Es decir, ante la emergencia a la que se llegó sin ningún tipo de plan B producto de las inhabilitaciones masivas, EGU presta su nombre ante una urgencia nacional”, precisa.
Y realza el rol de González Urrutia, advirtiendo que si éste no hubiese aceptado la tarea histórica que asumió, nadie pudiera demostrarle al mundo que se cometió un fraude electoral con posterior golpe de Estado en Venezuela.
María Corina Machado y Edmundo González Urrutia jamás estuvieron coordinados, completamente articulados, porque son personas que probablemente (evidenciado en los discursos) creen en rutas y cosas distintas. Sin embargo, el esfuerzo conjunto fue encomiable”.
Sobre el comunicado
Betancourt, quien conoció al “monstruo” por dentro luego de trabajar 10 años en el sistema nacional de medios públicos, adscrito al Ministerio de Comunicación e Información de Venezuela, critica con vehemencia la posición asumida por algunos politólogos en torno del comunicado que Edmundo González difundió este lunes 9 de septiembre desde Madrid, España.
“Juzgar el comunicado de EGU a partir de un análisis de comunicación política, o enarbolando conceptos como traición o abandono no solo es emocional y equivocado, sino que también es bastante miserable”, resalta en X.
La politóloga recuerda que González Urrutia no puede ser el objeto de las disputas. Y sustenta: “El espíritu democratizador nunca estuvo motorizado en una persona, más allá de que el, por situaciones excepcionales tuviera que representar circunstancialmente el deseo de cambio”.
¿Consecuente con su rol?
En su opinión, el fundador de la Mesa de la Unidad Diplomática está siendo consecuente con la excepcionalidad de su rol. En ese sentido, argumenta que estaba muy claro que, ante el potencial escenario de un golpe de Estado, o ante la imposibilidad de una transición post electoral, él iba a salir del juego político de inmediato por la misma razón por la que entró en él: por circunstancias de emergencia.
Si es un mal político, si se maneja mal en cámara, si es tibio, si no es el aladid del coraje, si no construye una épica de la victoria son debates totalmente irrelevantes porque EGU no pidió ni prometió serlo. En EGU hay una ausencia de personificación del espíritu democratizador porque no es un político. El problema de frustración (un poco infantil) lo tienen quienes posicionaron en él una expectativa que el nunca planteó”.
Según su análisis, abrir el espacio para generar una duda sobre los intereses que González Urrutia representa y poner en tela de juicio su convicción con la transición, “es por lo menos una canallada”.
Y finaliza: “Que sirva el comunicado de EGU para entender que la transición es tarea de todos y que es urgente un frente nacional unificado en defensa de la constitución, con la participación de todos, y todos quiere decir también con quienes hoy forman parte del gobierno”.