“Los políticos irrespetan a la nación”

Bruno Renaud es párroco del barrio Petare, en la Gran Caracas, donde se distingue a sus 76 años por predicar con el ejemplo en una parroquia donde cabalga la extrema pobreza. Pese a nacer en Bélgica, este sacerdote, famoso por sus críticas al sistema social y a la estructura de la Iglesia, lleva 49 años en Venezuela y siente al país como un jardín muy suyo. Su verbo se nutre de múltiples reflexiones. Versión Final lo entrevistó sobre la crisis y le presenta su percepción en dos entregas.
—Venezuela sufre graves problemas sociales. Hay instituciones que hablan de “hambruna”. ¿Cuál es su valoración sobre la crisis actual?
—¡Caramba! ¡Usted me pide que yo arregle todo lo nuestro sin ninguna vara mágica! Pero vamos a ver, en pocas palabras. Primero necesitamos un diagnóstico de largo plazo. En el particular, no sigamos viviendo con la obsesión de todo lo malo de la Cuarta República, ni con todo lo malo de Chávez. Señora Oposición: ¡Deje la testarudez! Es necesario dedicar tiempo en el balance de la gran aventura chavista. No me toca en este preciso momento iniciarlo. Pero ¿cómo negar que Chávez haya vivido guiado por la utopía desinteresada de rehacer el país, empezando por privilegiar a quienes, en tiempos pasados, habían sido los últimos beneficiados de la democracia. Chávez intentó “sembrar el petróleo”, como se decía desde Uslar Pietri. De allí sus esfuerzos en favor de la salud y la educación, la creación de fuentes de trabajo productivo, especialmente por medio de la agricultura y las cooperativas. Hoy, pretendemos olvidar todo esto, porque el resultado fue inferior a lo esperado, y porque el liderazgo es actualmente distinto, y de menor calidad. Pero si cada vez olvidamos lo bueno anterior, ¡vamos a repetir indefinidamente los errores! Ya que hemos nombrado una gran virtud de Chávez, nombremos también uno de los mayores defectos de su obra. La Constitución Bolivariana, año 1999, fue de avanzada en ciertos renglones; muy bien. Pero a mi modo de ver, incluye un gran y grave defecto que deja profundas huellas en nuestras mentes.
—¿Cuál sería?
—Se puede descubrir con una pequeña constatación. Según la nueva Constitución, ¿cuántos derechos tiene el venezolano común? De los artículos 19 a 129, son 111. ¿Y cuántos deberes tenemos? Lo dicen los artículos 130 a 135: son seis. ¡Ciento once derechos versus seis deberes! Hay una desproporción monstruosa, que favorece la mentalidad rentista: a mí me deben todo, y no debo al país (casi) nada. Puedo ensuciar ( ojear, engañar, jubilarme…) cuándo y cómo me da la real gana, y después, quejarme del gobierno que no cumple con limpiar (enseñar, darme buen sueldo, crear fuentes de trabajo, regalarme la vivienda, etc.). Así, en vez de concluir con la tan nefasta mentalidad rentista, no hacen sino ampliarla. Así, “el petróleo es nuestro”, pero nos ahorramos el deber de ponerlo en su lugar reducido. ¡Que nos pongan 111 derechos, muy bien, pero que nos pongan también 111 deberes! Esta mentalidad ha penetrado hondamente en nuestras costumbres. Exigimos, y no damos. Reclamamos, y no constatamos hasta qué punto somos pasivos frente a la vida.
—¿Hay hambre en Venezuela?
—En cuanto al hambre existente actualmente, es innegable. Pero mi visión es diferente. Soy un hijo de la guerra: nací al iniciarse la Segunda Guerra Mundial. Por eso, tengo en la memoria desde niño numerosos detalles sobre el hambre trágica de aquellos años de guerra y posguerra. ¡Sin proporción con la relativamente menor escasez de hoy! En realidad, hoy habría bastante para dar de comer a todos en Venezuela; pero la falta de solidaridad, la desorganización, la corrupción de numerosos intermediarios que se enriquecen a espaldas del pequeño pueblo, hacen la 75 millones de habitantes. Alemania ha recibido tres millones de inmigrantes árabes, pero este país tiene 85 millones de alemanes. Mientras que Venezuela tiene tan solo 30 millones de venezolanos, y ha recibido a ¡seis millones de colombianos! ¡Casi el 20 por ciento de todos los habitantes! A estos seis millones, los “años Chávez” les han regalado todo: alimentación, salud, trabajo, educación, vivienda, como a los venezolanos. Con extrema generosidad.
—La escasez de alimentos es uno de los males recientes en Venezuela. ¿Qué piensa de los bachaqueros?
—Creo que esta escasez se debe, por orden de importancia, a: mala gestión económica del Estado, inmensa corrupción en todos los estratos de la sociedad, saqueo de parte de los bachaqueros, y guerra económica. Este último factor es real, pero en su lugar, y no, como nos dicen, en primer lugar.
¿Y los bachaqueros? No nos equivoquemos: pocas veces son gente “pobre y humilde”. Son piezas menores, pero necesarios, de grandes ma as, sobre todo colombianas. ¡No se puede atacar con tanta facilidad o impunidad a un “pobre” bachaquero en la acera! Varios de ellos van armados, y tienen por encima de ellos a responsables dispuestos a todo. Aprovecho para decir lo siguiente, con plena experiencia personal. Venezuela es un país –o más bien, una población– tremendamente hospitalaria. ¡Créanme, no he nacido aquí! Hay pocos ejemplos parecidos en el mundo entero. Por ejemplo, Turquía se queja de sus tres millones de sirios inmigrantes, pero Turquía tiene 75 millones de habitantes. Alemania ha recibido tres millones de inmigrantes árabes, pero este país tiene 85 millones de alemanes. Mientras que Venezuela tiene tan solo 30 millones de venezolanos, y ha recibido a ¡seis millones de colombianos! ¡Casi el 20 por ciento de todos los habitantes! A estos seis millones, los “años Chávez” les han regalado todo: alimentación, salud, trabajo, educación, vivienda, como a los venezolanos. Con extrema generosidad.
—No nos ven con buena cara…
—Lo digo abiertamente: decepcionan la falta de agradecimiento y el abuso de numerosos granadinos, dedicados a saquear impunemente este país que les ha salvado de la guerra y la miseria colombianas. No todos nuestros vecinos son bachaqueros, ni todos los bachaqueros son colombianos. No todos son abusadores o delincuentes; es evidente. Pero los colombianos suelen despreciar al venezolano, sin darse por aludidos por su gran generosidad. Pocos reaccionan contra las violencias impuestas aquí al pasar la frontera.
—¿Cómo valora la posibilidad efectiva y cierta de diálogo entre el Gobierno y la oposición? ¿No le parece que la ofensa discursiva de tirios y troyanos rompe los puentes?
—Es más que evidente: los políticos en liza se tratan mutuamente como beligerantes, como enemigos. Se maltratan. Se insultan, se descalifican mutuamente. Qué falta de respeto a la Nación. Qué mala pedagogía. Qué mala invitación al respeto mutuo y a la aceptación de la persona del otro. El conflicto previo tiene absolutamente que desarmarse si se quiere realmente iniciar diálogos que vayan hasta el fin pacífico deseado. Cuán feliz sería el acompañamiento por especialistas en resolución de conflictos; pues el nuestro se pasa frecuentemente de la raya, como se dice, y no presagia, hasta el momento, nada bueno. Uno puede compartir la inquietud del Papa al respecto…
—¿Qué piensa sobre el referendo revocatorio? ¿Sería la solución?
—El referendo revocatorio, como tal, es obligado. Si fuera aceptado a igualdad por cada uno de los dos grupos políticos en liza (dentro de sus condicionamientos legales), podría ser un medio para desbloquear la situación obstruida de hoy. Pero todo da de pensar que no va a ser su ciente: se requiere un mínimo de confianza mutua para darle feliz realización y aceptado veredicto. Los dos bloques políticos tienen el cuero duro: no se van a hacer fácilmente mutuas concesiones. Qué bueno fuera que los acompañantes y garantes de la justicia y paz tuvieran sincero respeto y fueran aceptados con la misma moneda. Visiblemente, el Vaticano está preocupado por la mala calidad de los previos: después de haber propuesto su mediación y el envío de dos hombres de reconocida trayectoria diplomática, cosa que no fue aceptada por el Gobierno venezolano (¿por qué?), el propio Papa acaba de mandar una carta al presidente Maduro, “comprometiéndose personalmente con los diálogos de paz”, según el decir del Presidente. No sabemos lo que significa o esconde tal “compromiso”. Pero lo menos que se puede sugerir es su preocupación honda por los fundamentos de la paz futura. Lo que se podría recomendar, es la invitación pedagógica a todos los venezolanos para que den consistencia de justicia y paz en sus propósitos y deseos. Se utiliza demasiado poco la capacidad educativa de los medios de comunicación para lograr este previo importante al referendo revocatorio y los diálogos necesarios.