¿La lealtad debe ser sumisión?
“No hay tiempo para el guabineo, pido todo el apoyo de los revolucionarios, no es tiempo de traición, ni de traidores, es tiempo de lealtad, de perseverancia y lucha”. La noche del lunes, durante un acto en homenaje a Jorge Rodríguez padre, asesinado hace 40 años, el presidente Nicolás Maduro enfiló de nuevo su mensaje a la dirigencia socialista crítica.
El mandatario nacional y su gobierno son blancos de recientes cuestionamientos en torno del manejo de la herencia política de Hugo Chávez. Jorge Giordani, Ana Elisa Osorio, Héctor Navarro, Juan Barreto, Freddy Gutiérrez, Esteban Mosonyi, Gustavo Márquez, Santiago Arconada, Cliver Alcalá y Nicmer Evans, entre otros militantes de la izquierda, intelectuales e impulsores del Socialismo del Siglo XXI, critican su manera de gobernar.
En respuesta, Maduro y dirigentes del PSUV, desestiman la crítica y empuñan la palabra “traición” contra quienes no aplaudan el accionar del alto gobierno o sencillamente apuesten por cuestionar el abordaje de la crisis política, social y económica que amenaza con tragarse al proceso revolucionario. El discurso despectivo por parte de voceros desgastan considerablemente los lazos políticos que alguna vez engranaron chavistas radicales y moderados. La palabra “traición” ha estado presente en cada cadena y programa televisivo vinculado con el Gobierno.
Para Pavel Oropeza, profesor de las Ciencias Sociales de la Universidad de Carabobo, cuando se revisa el concepto de traición se expone la falta que comete una persona que no es fiel y que no es firme en sus afectos e ideas o simplemente no cumple con su palabra. Pero, explica, en el terreno de la FANB el término se entiende como un elemento más perverso, pues tiene que ver con una agresión contra la patria, ciudadanos o la disciplina militar.
“Por esta razón si se escuchan las declaraciones de altos mandos del Ejército nunca han usado el término de traición a la patria o traición sólo hacia dirigentes. Ellos entienden que está siendo mal empleado en un discurso que evidentemente es una confrontación política y que no tiene juicio”.
Especialistas opinan que en un discurso extremista se puede escuchar hablar de muerte, luchas existenciales y traición. Para los radicales no existe la oposición, lo que existe son antagonismos. En algunos sectores la traición se ve como algo normal. Entre radicales es la ruptura del orden ideológico establecido. Es por ello que si algún militante decide oponerse o tener una idea contraria a la del concepto establecido, este será repudiado y execrado, explica el sociólogo Luis Pedro España.
Método del Gobierno
Antonio Ponte, mejor conocido como Toby Valderrama a través de sus artículos en Aporrea, es considerado un ideólogo con verdadero estirpe socialista. A finales del mes pasado, cansado de los torpedos hacia quienes levantan la voz para sugerir acciones concretas al Gobierno, escribió un artículo que expresa el sentir de muchos en la izquierda venezolana.
“No es inteligente. No educa calificar toda crítica de ¡traición!; ya es larga la lista de descalificaciones hechas, y ya es un método establecido por el gobierno para truncar el debate interno. A la menor discrepancia vuela el descalificativo: traidor, sospechoso, agente, saltatalanquera. Luego, rápidamente, sobre el objetivo caen los escritos, los twitter que acompañan a esa nueva especie de linchamiento”.
Valderrama añadía: “La persona víctima es aislada, pocos tienen la valentía para relacionarse con el acusado, darle la mano; sonreírle es condenarse, ser sospechoso. El método da buenos resultados en lo inmediato, la molestia de la crítica es superada, pero a la larga la revolución va languideciendo sin discusión, con una unanimidad ficticia que oculta la realidad. Hoy padecemos el daño de la aplicación de este método, el Gobierno ha quedado reducido a un ente sin inteligencia estratégica, sólo capaz de reaccionar a los estímulos inmediatos, carente de visión más allá del día, desesperando por mantenerse en medio de una tormenta que él mismo ha propiciado”.
Otra voz disidente retumba. “La crítica es un procedimiento para descubrir y superar los errores e insuficiencias en la actividad de las personas, partidos y otras organizaciones”, escribe Gonzalo López Díaz, otro columnista de Aporrea, al referirse a los señalamientos que hacen al Gobierno algunos militantes socialistas. El activista asegura que al no tener conciencia sobre el significado de la crítica, es fácil que la confundan con la denuncia, lo cual permite acentuar antagonismos, discriminaciones y acusaciones infundadas. “La crítica no se puede confundir con la denuncia, la censura o la murmuración, la crítica implica una inducción al cambio o en su defecto a desistir o a persistir en él, solo mediante el debate sistematizado y la conclusión del colectivo se puede determinar si esta es correcta o no”.
Rodilla en tierra
Oficialmente, mientras no haya una ruptura dentro de las militancias con el gobierno existirá la lealtad. Así lo expresa el sociólogo Sócrates Yepes, quien además añadió que en la línea del partido por muy incorrecta que sea no hay conductas de rebeldía.
“Dentro de la militancia no existe la desobediencia a la línea del Gobierno. Podrán existir incomodidades por debajo, pero nadie se declara indisciplinado dentro de las filas del PSUV y son todos los que han hablado sin excepción los que obedecen a un criterio de que su estadía en términos de militancia política les pasó factura. Son los rezagados quienes rinden declaraciones en contra del proceso”, refirió.
Uno de los signos más marcados de la era chavista-madurista en Venezuela es la violencia política, con acento especial en la palabra. “El chavismo dentro de la concepción que se maneja, es un pensamiento dentro del binomio cívico-militar; en el militar significa orden, disciplina y lealtad; la lealtad supera las expectativas de una traición. Cuando en un grupo radical como el chavismo se traiciona eso implica trascender a evitar ser considerado nuevamente dentro de las estructuras de poder y siempre se va a mirar con recelo”, expresó Ricardo Lobo, analista político.
Ser parte del idealismo y apoyar al 100 % el proceso tiene beneficios. Los leales garantizan una continuidad a las políticas estructuradas dentro del concepto ideológico. La lealtad supera en gran medida lo que llega a ser conocimiento científico y técnico en el ejercicio de la administración pública.
El proceso actual se distingue por el manejo de cargos públicos fijos o cargos públicos visibles. Sobresalen personas con mucha lealtad y a lo mejor poca capacidad técnica. “Hay personeros que han dicho que prefieren personas leales a personas preparadas en cargos de poder”, agrega Lobo, quien comenta que una cosa es romper, alejarse del concepto ideológico y otra cosa es la autocrítica. “El problema que hoy en la actualidad se le presenta al chavismo es que todo aquel que haga una crítica se convierte en sospechoso. Los que realmente son leales no precisamente son callados en cualquier estructura ideológica. El que poco habla es porque está denunciando lo que realmente está pensando”.
Las consecuencias que pueden llegar a tener las personas que se desenvuelven en este entorno y se revelan en contra del proceso o simplemente dan su reflexión personal son impredecibles. Esto a juicio del politólogo Ricardo Ríos, quién expone que en ese momento se crea un rompimiento en la relación de las filas e implica que ya no se está del mismo lado de la acera.
“La traición no debe ser personal, la lealtad no es a las personas sino al proyecto puesto que habría que juzgar y analizar si quienes están señalando de traidores o los mismos señalados están traicionando qué, a un grupo o a un proyecto. Es allí donde el acusador se puede volver acusado”, compartió.
Para Ríos esto trae una discusión profunda y conceptual sobre la ética y la lealtad, pero el dilema se puede aclarar cuando se establece, qué es leal, a qué o a quién. “La persona tiene derecho a cambiar, pero se debe evaluar la lealtad en torno a qué, a un ideal o a un grupo político. Cuando decimos que somos desleales, habría que estudiar el programa y el proyecto”.