El diario plural del Zulia

Raúl Ochoa Cuenca | No hay tiempo que perder

En oportunidades he alertado sobre el inminente peligro de la disolución de Venezuela como nación soberana.

Mi preocupación sobre esto crece vertiginosamente. Partiendo de los tres principios básicos que deben reunir los pueblos que así lo requieran: Territorio, población con similitudes entre ella y gobierno.

En anteriores escritos he planteado que estas tres condiciones están diluyéndose en forma constante y con rapidez en la República Bolivariana de Venezuela.

El real proceso hacia su desaparición como pueblo con similitudes generales, al no poder satisfacer la primaria necesidad del ser humano, como lo es una adecuada alimentación y en segundo aspecto el saqueo, desfalco o robo de su patrimonio, que obviamente trae como consecuencia la desaparición de esos pueblos agrupados en esa nación.

Si, efectivamente en el trabajo hecho público el pasado 29 de mayo, se analizó la realidad venezolana referente a la alimentación de la cual, estudios de gran seriedad enseñan que es insuficiente y en muchos casos nula hasta para el 90 % de la población de esa nación.

El trabajo de hoy tiene como pretensión el plantear, aun brevemente, que el saqueo del cual ha sido victima la republica y el cual se refleja en las condiciones infra humanas de ese 90 por ciento, de la población arriba citada, es otra de las variantes que conforman un real peligro.

Esta narrativa confirma, como ya he sostenido al inicio de este trabajo, el proceso de desintegración que se produce en Venezuela. El fraccionamiento de la nación, el abandono del país por cerca de 9 millones de compatriotas en un periodo no mayor de 14 años, de los cuales un 70 por ciento, está compuesto por menores de 40 años. Nuestra juventud se fue, la perdimos.

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