El diario plural del Zulia

Pobres contra pobres, por Noel Alvarez

Asombrados vemos por la televisión cómo gente pobre con uniforme golpea, mata y reprime a gente pobre, hambrienta, todo esto para bene ciar a gente con vastos recursos económicos: con uniforme, sin uniforme, sin hambre y con los lujos que da el poder. La imagen transmitida por un medio de comunicación en poder de un dictador no acabará con la guerra ni podrá alimentar a 100 personas, pero puede alimentar las mentes y a veces, hasta cambiarlas. El violinista venezolano que aparece en las marchas y que ha sido enviado a los calabozos de la tiranía fortalece el pensamiento opositor, por eso lo acosan.

Las imágenes de represión uniformada han sido satirizadas mediante la prensa escrita, el cine y la televisión por comediantes que han hecho reír a miles de personas. Recientemente, el Ejército de Birmania presentó una demanda contra British Ko Ko Maung y Kyaw Min Swe, por la publicación de un artículo que satirizaba el proceso de paz con las guerrillas del país. El trabajo periodístico ironizó sobre una película propagandística producida por las Fuerzas Armadas para conmemorar su 72 aniversario y sugirió que las guerrillas estaban unidas solo para pelearse entre ellas y que en el bando de enfrente, solo morían los soldados rasos, mientras los oficiales de alto rango estaban cómodos en sus despachos; que los enfrentamientos se libran entre pobres con uniforme y pobres sin uniforme, pero los dos pasan hambre. No sé porque esta situación me resulta conocida.

La pregunta que uno debe hacerse es ¿Por qué los sistemas autoritarios reaccionan tan mal ante el humor? Anton C. Zijderveld, conocido por su obra “Sociología del humor”, se dedicó a investigar el rol del humor en la sociedad. “El comediante juega con los valores de una sociedad, lo cual genera una tensión, y así nace la broma”, explica. El juego con los valores establecidos se asemeja a jugar con el fuego. En opinión de Zijderveld, el humor político no puede cambiar a una sociedad, pero “el efecto psicológico del humor es importante. Por eso los regímenes dictatoriales lo castigan tan duramente, porque intentan evitar que fortalezca a los opositores”.

Los comediantes soportan la dura represión de las dictaduras. Uno de ellos es especialmente perseverante. Se trata de Zarganar, de Birmania, hoy Myanmar, que fue sometido a severos castigos durante la dictadura militar que gobernó su país. El nombre verdadero de Zarganar es Maung Thura. Durante décadas le tomó el pelo a la dictadura militar, por lo cual ésta lo condenó en 2008 a una pena de prisión de 59 años.

En Siria el caricaturista Ali Ferzat fue atacado en 2011 en su casa por personas que lo golpearon y torturaron. Le quebraron un dedo para “darle una lección”. El delito del cual se lo acusa: insultar al presidente sirio, Bashar Al Assad. Pero la dictadura no logró prohibirle seguir con su arte. Desde que sus manos sanaron, siguió dibujando con más humor que nunca. Claro que ahora vive en Kuwait, en el exilio. Esas son los riesgos que deben ser afrontados para seguir defendiendo la libertad de expresión y pensamiento, en Venezuela y el mundo.

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