Paren ya, por María G. Núñez
E l incremento de la violencia en todos los sentidos, es preocupante. Es el momento estelar para las instituciones llamadas a ser la vanguardia de la sociedad, porque son estas coyunturas las que demandan el protagonismo del conocimiento constructor y solucionador de problemas. Venezuela coquetea con escenarios inimaginables de descomposición que obligan a generar nuevos modelos de relación, que superen cualquier estado de barbarie.
Durante los últimos 17 años de gestión chavista se exacerbaron los males sociales más perversos, producto de una descomposición histórica que hizo catarsis, estimulada por una dirigencia irresponsable que no tuvo capacidad para canalizar esa implosión. Ahora la sociedad venezolana enfrenta el reto de construir puentes para unir su fragmentada estructura y abrir espacios de diálogo. Tarea nada fácil porque el principal interlocutor, el Gobierno nacional y sus seguidores, tratan de colocar a sus contrincantes “contra las cuerdas”, utilizando la violencia, sin pensar que esa obsesión de poder solo profundiza las heridas abiertas e incitan a la violencia.
Es necesario que los principales protagonistas de la política y la economía entiendan la necesidad de mezclar los intereses nacionales, con el diálogo, para hacer el nuevo cemento que una sus partes y le de viabilidad a una nación agobiada por la corrupción, la mediocridad en la gestión pública, la pérdida de valores y la ineficiencia en el manejo de los recursos.
El uso de mecanismos democráticos y civilizados permitirá superar los males, reconocer al otro y respetar sus ideas, y facilitará el diseño de respuestas que vayan más allá de las salidas de fuerza, mesiánicas y militaristas; fantasmas éstos que han acompañado, en distintos momentos, a la historia de Venezuela. La Universidad nacional está llamada a utilizar la fuerza del conocimiento multidisciplinario, para superar el duro trance que hoy azota a las grandes mayorías y coloca a la patria al borde de la salida violenta.