Noel Álvarez // La jerga del politiqués
La mayoría de los venezolanos nos interrogamos casi a diario ¿Qué está pasando? ¿Por qué nos carcome la frustración? ¿Por qué esta crisis política, económica y social, parece interminable? ¿Por qué no se debilita la dictadura que ha destrozado nuestro país? ¿Hasta cuándo se seguirán aprobando cuestiones procedentes de la mentira?
La respuesta podría ser muy sencilla: porque nos mienten siempre, de un lado y de otro. Unos nos exprimen hasta el borde del exterminio, actuando en nombre de una señora de nombre revolución. Otros se nos presentan como salvadores de la patria, mientras que a hurtadillas sus patrimonios crecen y el mantenimiento del statu quo pareciera ser su única esperanza de vida.
La pieza que puede equilibrar la balanza está amarrada por los negocios y actúan como en tiempos de Hitler. Quienes así actúan se parecen a “un caracol, que todo lo mancha con su baba; como un sapo, que todo lo emponzoña con su veneno, o como una serpiente maligna, que sólo pretende engañar”, escribe San Luis de Montfort.
La claridad en el mensaje de los políticos es vital para la preservación de una democracia. La política es, sin duda, un lugar privilegiado de la mentira. Hannah Arendt lo recuerda varias veces en Verdad y política, insistiendo en los estragos de la manipulación de masas, dado que la reescritura de la historia, la fabricación de imágenes sobrecogedoras son lo propio de todos los gobiernos.
Las expresiones populistas, el oportunismo y los escándalos siempre rodean al político que usa las mentiras para manipular. Mientras esto persista seguirá la frustración del venezolano. El líder con perfil de mentiroso tiene “un lenguaje demagógico y sus afirmaciones no son claras. Durante sus discursos llama mucho a la unión con base en ideales y exaltación del ideal social. Pero no habla de cosas concretas, mucho menos de cómo podría llevarlas a cabo.
Amando de Miguel trata de advertirnos en La perversión del lenguaje sobre lo que considera una degeneración de la lengua castellana debido al mal uso que le dan los hombres públicos. La tesis general del libro afirma que la evolución del lenguaje no debe ir en detrimento de la primitiva utilidad de la lengua. De Miguel acuña el término “politiqués” para denominar la jerga que hablan comúnmente los políticos y que casi todos acaban adquiriendo. “Este lenguaje carece de precisión, porque su propósito no es hacerse entender sino salir del paso mediante palabras”. Eso podemos comprobarlo cada día en las sórdidas declaraciones de los políticos de profesión, que rara vez amplían el conocimiento de los ciudadanos sobre los hechos, sino que inventan piruetas verbales para ocultar sus estratagemas.
El discurso político esconde artimañas tan perversas como el doble lenguaje, que consiste en describir una realidad pretendiendo decir lo contrario. Como estas no afirman un hecho o pensamiento concreto, permiten al político habilidoso desdecirse y alegar que sus detractores lo han malinterpretado. Esto me recuerda lo que sucedía con las peleas del boxeo en el gimnasio libertador. Los shorts de los boxeadores eran, uno de color azul y el otro de rojo. Por una extraña circunstancia, el boxeador de short azul, siempre era ubicado en la esquina roja, y el de rojo, en la esquina azul. Si tu apostabas al boxeador de azul y este ganaba, el corredor de apuestas te decía que él había apostado al color de la esquina. Si, por el contrario, te ibas por el color de la esquina, el corredor te decía que, él había apostado por el color del short. La moraleja de esta anécdota es que, el corredor, a diferencia de los políticos, solo te podía engañar una vez.
Un político mentiroso hace un daño gravísimo. Cuando niega la evidencia pierde credibilidad y pierde votos. El que mejor y con más eficacia se dedicó a combatir la mentira política fue el presidente Abraham Lincoln. Su célebre frase todavía resuena en los gobiernos y parlamentos del mundo: ““Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”.
Es difícil que un candidato de cualquier color, le diga al pueblo que le esperan días de sacrificios, estrecheces y angustias. Para ganar una elección o disputar el gobierno, es más rentable pintar una mentira. Y cuando los problemas lleguen, inexorablemente la realidad se impondrá sobre la mentira y el reproche al gobernante será muy duro y, en algunos casos, se acompañará con la pérdida del gobierno y del poder.
Fue famosa la frase del primer ministro inglés Winston Churchill recién comenzada la Segunda Guerra Mundial: “No puedo ofrecerles nada más que sangre, esfuerzos, lágrimas y sudor”. Y así el pueblo inglés se preparó para sufrir y vencer, como finalmente lo hizo.
Conocemos la “herencia” que nos dejará la revolución, “cuando se vaya”, demostrando su cúmulo de mentiras. Solo los fanáticos radicales todavía creen que, estos han sido los mejores gobiernos en la historia venezolana. Lo que prueba que, una mentira repetida durante años, es en extremo peligrosa porque destruye los cimientos de la sociedad y termina arropándola con desesperanza y tragedia