La salud emocional del venezolano actual, por Manuel Ocando
Angustia, rabia, impotencia, miedo, desesperanza, indignación, agresividad, apatía, tristeza, frustración, desamparo e incertidumbre sacuden a los venezolanos con fuerza.
Trastornos psicosociales como ansiedad, depresión y otras alteraciones emocionales prevalecen como nunca antes se había registrado, debido a la crisis social, económica y política sostenida que se vive en el país. Esto como consecuencia de la disminución del poder adquisitivo, la inflación, el desabastecimiento, el deterioro del sistema de salud, el aumento de la criminalidad y la impunidad, lo cual afecta enormemente la salud mental de los venezolanos.
El anterior diagnóstico es parte del pronunciamiento de la Federación de Psicólogos de Venezuela, suscrito por la Red de Apoyo Psicológico que reúne a las universidades Simón Bolívar, UCAB y UCV, alertando sobre el incremento de solicitudes de ayuda psicológica en consultas privadas y públicas. Los especialistas muestran su preocupación puesto que ya esta situación se ha convertido en un problema de “salud pública”.
La búsqueda acelerada de bienestar social y económico dentro de un contexto donde es pertinente desarrollar capacidades y crear mecanismos para subsistir ha generado emociones negativas como efectos de aspiraciones no satisfechas o resultados no deseados, creando confusión, frustración, agresividad y malestar colectivo.
El venezolano común está enfermo, y los síntomas cardinales de esa enfermedad que afecta la población son la ansiedad, la depresión y la agresividad de su comportamiento. Como resultado de esta situación somos víctimas de una especie de contaminación emocional, fenómeno por el cual lanzamos al exterior, de forma totalmente inconsciente e indiscriminada, nuestras basuras emocionales, ignorando el impacto que tiene en el clima emocional de nuestro entorno.
Tras del diagnóstico de las alteraciones mentales y las estadísticas, en los consultorios de atención psiquiátrica y psicológica, públicos o privados, ha surgido un drama que tiene rostro de tragedia, con síntomas su cientes para perturbar la vida psíquica de cada persona que vive en el país: la realidad de Venezuela. Dependiendo del nivel de consciencia o de fanatismo, esa realidad tiene diferentes disfraces, pero todas son amenazantes ya que su aspecto más visible es un país arruinado con una economía totalmente destruida. Lo que estamos viviendo es producto de la inconsciencia, la irresponsabilidad, la improvisación y el desconocimiento.
Hemos escogido, con frecuencia, gobernantes que han usado nuestras frustraciones y analfabetismo para manipularnos. Hoy más que nunca el Gobierno tiene una maquinaria propagandística trabajando para desesperanzarnos, frustrarnos, decepcionarnos o generarnos miedo intenso para paralizarnos.
Sin negar la realidad, necesitamos alimentar nuestra esperanza para no caer y hacernos eco de la falsa creencia de que todo está perdido y de que no hay salida. Es preciso llenarnos de fe, confianza y seguridad, centrarnos en la realidad, no metiendo la cabeza como el avestruz, generando pensamientos positivos a pesar de las adversidades y recordando siempre que es necesario saber esperar. “Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”. Tal como lo expresaba el poeta libanes Khalil Gibran.
Después de este escenario tan oscuro estoy seguro que gracias a enfrentar estas circunstancias con esfuerzo, constancia, trabajo y optimismo Venezuela se iluminará y saldremos adelante.