La antipolítica y el analfabetismo político, por Manuel Ocando

En Venezuela sucedió que la inconformidad que ofreció hacia los partidos tradicionales nos condujo a que un candidato populista, que recogió el alto sentimiento hacia la política y los políticos del momento, lograra triunfar en las elecciones hace 18 años.
La mayor parte de la sociedad venezolana, incluyendo los medios de comunicación, jugó al desprestigio de los partidos políticos, columna vertebral del sistema democrático, permitiendo que el discurso populista de Hugo Chávez se impusiera en la población, dando como resultado su victoria en la elecciones de 1998. La principal característica de Hugo Chávez fue la de ser un caudillo militar, cuyo discurso estuvo basado fundamentalmente en la antipolítica.
Es innegable que el nuevo fenómeno de la antipolítica está presente hoy día en nuestro país, y a la ofensiva, con una increíble fuerza. Actualmente, nos encontramos frente a un alejamiento entre la ciudadanía y los partidos, y entre la ciudadanía y el Estado. La progresiva percepción de este divorcio puede ser explicada como consecuencia de los de cientes resultados de las políticas de un Estado, que deslegitiman al sistema político, y de la pérdida de capacidad de los partidos políticos de la oposición, para agregar y canalizar intereses y demandas sociales. En varios países se ha desatado una cultura antipolítica, atacando implacablemente a sus protagonistas principales, los partidos políticos. Lo hemos visto recientemente en el discurso de quien ganara las elecciones realizadas en los Estados Unidos.
La antipolítica es la práctica de aprovechadores, en su mayoría con un discurso populista, enmascarados de “ciudadanos” que intentan tomar ventaja política criticando a los dirigentes políticos. Los discursos y frases fáciles de los populistas, tienen sentido y recogen los votos de la decepción y la desesperación. Pero tienen un denominador común, que las cosas se ponen peor cuando ellos se van del poder. Y es lo que se está observando en la Venezuela de hoy, aun cuando no se han terminado de ir del poder. Cuando les toca gobernar a los políticos populistas pueden optar por la resignación con políticas de lo posible, como Alexis Tsipras en Grecia, o por seguir en sus principios insostenibles e irrealizables, como sucedió en Venezuela, que solo los altos precios del petróleo permitieron pagar el desastre, ocasionado por los errores cometidos por sus políticas populistas.
La antipolítica, en la mayoría de los casos, es producto del analfabetismo político, que es el peor de los analfabetismos. Este analfabetismo es producto, comúnmente, de la ignorancia política o debido a la falta de formación política. El analfabeto político detesta la política y no sabe que su antipolítica es una forma de hacer política, que beneficia a sus opresores. El peor analfabeto es el analfabeto político, puesto que no escucha, no dialoga, no participa de la actividad política. No sabe que la inflación, la escasez, el desabastecimiento, la delincuencia, las mejoras en la seguridad social dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan torpe e ignorante, que se ufana y se hincha el pecho, diciendo que odia la política. No sabiendo que de su ignorancia política nace el peor de todos los malhechores, que es el político corrupto y deshonesto.
Si hay algo que atenta contra una verdadera democracia es la combinación perversa, conformada por el analfabetismo político y la antipolítica.
La apatía, la indiferencia ciudadana, la desmovilización expresan obviamente el triunfo de la antipolítica y estos elementos, jamás podrán ser la expresión, la actitud de un pueblo que se encuentra oprimido por un régimen que nació como consecuencia de la antipolítica, y del cual todos deseamos que acabe pronto.