Jorge Eliécer Morán | La elección primaria de la oposición: ¿Sirve para algo?
La figura de las elecciones primarias nació en los Estados Unidos de Norteamérica, a principios del siglo XX, impulsadas por Theodore Roosevelt y su Partido Progresista, pero que luego sería asimilada por el Partido Demócrata y el Republicano. Con el paso del tiempo y la expansión y consolidación de la democracia (Olas de democratización de Huntington), el uso de las primarias electorales también se fue incorporando en muchos países.
En América Latina, se viene haciendo costumbre para elegir candidatos presidenciales o en otros niveles de gobierno, en países como Colombia, Uruguay, Argentina, República Dominicana o Chile. Ante la fragmentación de los sistemas de partidos y la aparición de decenas de partidos, la primaria es un instrumento ideal para acordar candidaturas unitarias, en el marco de alianzas partidistas, o dentro de un partido más institucionalizado y grande. Evidentemente, las primarias no son el único mecanismo para designar candidaturas, pero se entiende como el más democrático, aunque no necesariamente garantice el éxito político a corto o mediano plazo.
En nuestro país, la fórmula de la elección primaria se ha usado en pocas ocasiones. En el año 1993, el partido COPEI, hasta entonces uno de los más importantes de nuestro sistema político, convocó a unas elecciones primarias abiertas, en donde compitieron Oswaldo Álvarez Paz, Eduardo Fernández y Humberto Calderón Berti, resultando vencedor el exgobernador del Zulia. El resultado de ese evento generó muchas expectativas de triunfo en COPEI y en el propio Álvarez Paz; sin embargo, su intento por ser electo presidente de la república se vio frustrado por un candidato que no se sometió a ningún proceso de elección interna y que representaba, de hecho, una candidatura personalista.
En el año 2012, la oposición organizada alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), realizó una elección primaria para designar a su candidato presidencial, logrando una importante participación de alrededor de 3 millones de personas. El vencedor, Henrique Capriles, perdería en las elecciones de octubre de ese año, frente a Hugo Chávez. La primaria también ha servido para dirimir candidaturas a nivel local y regional, como las realizadas en el año 2017 en el estado Zulia o en el año 2021, en el municipio San Francisco e incluso dentro del partido de gobierno, el PSUV.
Luego de años de idas y venidas, sin visión estratégica, con más fracasos que aciertos y sin el soporte de la MUD, la oposición (o una buena parte de ella), decide convocar a una elección primaria para elegir su candidato presidencial, de cara a las elecciones presidenciales de 2024. O por lo menos, ese era el objetivo inicial.
Se suponía que la elección primaria permitiría elegir un candidato único opositor, legitimado por el propio proceso, haciéndolo (a) incuestionable ante las críticas del mismo sector opositor, que en ocasiones pueden ser mucho más duras que las que provienen desde el oficialismo.
Este panorama ideal luce complicado de alcanzar. La favorita para ganar la elección primaria según todas las encuestas, María Corina Machado, está inhabilitada, al igual que quien la secunda en las preferencias, Henrique Capriles y, a menos que tercie un acuerdo entre los gobiernos de USA y de Venezuela, no parece probable que sean levantadas sus inhabilitaciones (arbitrarias, ilegales e inconstitucionales).
Esta situación nos lleva a reflexionar sobre el rol que cumple la primaria, de la que podemos sacar varias conclusiones:
En primer lugar, la necesidad de contar con normas e instituciones dentro de la Plataforma Unitaria, que permitan dirimir y acordar cuestiones tan claves como la elección del candidato unitario, más allá de la primaria, la estrategia electoral y política y un acuerdo programático mínimo para un futuro gobierno de transición. Nada de esto existe o es superficial, lo que contribuye muy poco al éxito político de la oposición.
En segundo lugar, el rol que jugará María Corina Machado y como asumirá su más que probable victoria en la elección primaria. ¿Se convertirá en una líder que, legitimada por los votos, construirá consensos dentro de la fragmentada oposición o tratará de imponer su criterio, sobre la base de esa misma legitimidad que le otorguen los electores? María Corina Machado no parece ganada a la idea de negociar con sus pares dentro de la oposición, aunque los necesite, al igual que Primero Justicia, AD, UNT, VP, entre otros, la necesiten a ella.
Siendo imposible la inscripción del candidato (a) ganador de la primaria, ¿cómo elegir al sucesor? ¿Debe ser alguien que participó en la primaria? ¿Lo designaría MCM o se haría por consenso o algún otro método?
La política puede ser volátil, al igual que las preferencias electorales, por lo que un político puede liderar las encuestas hoy y caer en un período de meses. Ya lo hemos vivido con Irene Sáez en 1998 y con el ya mencionado Oswaldo Álvarez Paz, en 1993.
Por lo que, a manera de conclusión general, pudiéramos decir que la primaria presidencial de Octubre ha servido para movilizar a la población y reorganizar las estructuras de los partidos, así como nos ha permitido conocer mejor a figuras valiosas e interesantes como Carlos Prósperi, Tamara Adrián, Freddy Superlano, Delsa Solorzano y Andrés Caleca, pero su objetivo principal, que es el de elegir un candidato unitario que pueda participar en la elección presidencial de 2024, no se podrá lograr, de acuerdo a como están las cosas ahora mismo.
Por el contrario, las diferencias entre los grupos opositores pudieran profundizarse. Todo dependerá de la madurez, del desprendimiento y de la grandeza política del liderazgo opositor; de si es capaz de construir, a partir de los obstáculos, nuevas oportunidades que se transformen en victorias políticas. La primaria puede que no elija al próximo candidato unitario, pero pudiera constituir un punto de inflexión en la estrategia política de la oposición de cara al 2024. Pero todo pasa por acordar, negociar y discutir y renunciar a los egos y mezquindades políticas.