Espacio abierto a la esperanza, por Leonardo Atencio Finol
La universidad autónoma venezolana padece innumerables problemas pero no hay uno que sea más degradante que la ofensa continuada a la dignidad universitaria de la que se regodea el régimen militar-cívico-policial y su partido, el PSUV, expresada en la olímpica desatención de los poderes públicos bajo su control, a las solicitudes de las superiores casas de estudio y la sistemática negación de su responsabilidad en el deterioro progresivo institucional, incluida la restricción al ejercicio de la democracia al prohibir la renovación de sus autoridades.
Desde el retorno de la democracia, las universidades públicas tuvieron en el presupuesto su talón de Aquiles. Las tensas relaciones con el Gobierno de turno nunca nos amilanaron y luchamos (muchas veces liderados por quienes hoy reniegan de ella) para lograr acuerdos mínimos que nos permitieran funcionar. Sin embargo, en los últimos 17 años, en el “reino de la superficialidad y lo efímero” (Axel Capriles) que vivimos, los eslóganes y las apariencias del Gobierno han creado una matriz de opinión que nos califica de “locheros” y publica ingentes cantidades de dinero “para las universidades”, con un pequeño detalle: es para cancelar beneficios socioeconómicos del personal. Para el funcionamiento, echa mano de los perversos créditos adicionales que nunca sabemos su cuantía ni cuando se harán efectivos.
Por ese encono, las universidades autónomas, pese a su fortaleza científico-humanística, tecnológica y ética, son desaprovechadas por el Estado venezolano para coadyuvar al desarrollo y progreso nacional. Una fuerza tan necesaria en los tiempos que corren, signados por la propagandística “vamos a producir” o el hastag “#quieroserproductivo”, pero no se dice “cuanto es, ni qué es, ni cuánto va a representar para la economía del país” (Manuel Rugeles) o la cuantía de las divisas que ingresarán por las exportaciones, ¿Cuáles, además del petróleo?
Ante ese estado de dejadez, la iniciativa de la AN, mediante la bancada de la MUD, de abrir ese espacio al diálogo a los diferentes sectores universitarios, es motivo de esperanza. Una nueva esperanza centrada en un apoyo efectivo (se discute lo referente al presupuesto) que nos compromete a realizar transformaciones para elevar la calidad académica y hacer que los egresados tengan “más habilidades técnicas, y ser más emprendedores e innovadores” (A. Oppenheimer) de cara a los desafíos del presente y el futuro, que ya es una realidad, con ese tsunami denominado la cuarta revolución industrial, que más temprano que tarde llegará a nuestras costas.