El diario plural del Zulia

Caldera, 100, por Ramón Guillermo Aveledo

El domingo 24 se cumplieron 100 años del nacimiento de Rafael Caldera, uno de los venezolanos fundamentales del siglo XX. Como suele ocurrir con personalidades tan influyentes, con gravitación en la vida nacional, y por lo tanto en la nuestra hasta hace poco, siempre demora la maduración del clima que permita un análisis más sereno de su papel histórico, así en el plano de sus aciertos como en el de sus errores, que de ambos hay en una trayectoria prolongada y casi siempre en el centro de los acontecimientos nacionales.

Rafael Caldera ha sido el único presidente democráticamente electo en completar dos períodos constitucionales al frente del Estado. Eso ya le daría un sitio destacado, pero no es todo. Lideró la fundación de Copei, el partido social cristiano de más larga vida y mayor influencia en el Caribe, área en la cual resultaba menos predecible que un
movimiento político de esa inspiración alcanzara tal arraigo hasta erigirse en alternativa real de poder, gobernando tres veces, una como socio minoritario en coalición y dos como eje de aquellos conquistados con sus votos y dirigidos por sus líderes.

Fundar un gran partido democrático duradero es una credencial de gran significado en términos venezolanos. Una organización para la conquista y el ejercicio del poder por métodos civiles, respetuosos de la dignidad humana, es una contribución concreta, objetiva, al desarrollo de un país asolado por las aventuras, el personalismo, el militarismo y distintas formas de impaciencia. Pero, además, que se trate de un partido demócrata cristiano significa la decisión de trascender a la agregación meramente pragmática de voluntades para tomar el poder y conservarlo, a la suma de ambiciones. Implica una definición, un compromiso con valores y un destino deseado y un derrotero escogido. Como se ve, no es poca cosa.

Intelectual, profesor, parlamentario y sobre todo luchador tenaz en la arena caliente de la política, hay a lo largo de su carrera un permanente compromiso con la solidaridad, a través de la consecuente preocupación social. Se ocupó del trabajo y la seguridad social, puso la vivienda en el centro del interés político público, entendió la doble dimensión —nacional e internacional— de la justicia social y fue su promotor, teórico y práctico.

La triple condición de político, civil y de inspiración cristiana le da a su vida un significado excepcional en la historia de Venezuela. Hay más, claro, eso lo juzga el tiempo.

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