El diario plural del Zulia

Armadura de Dios, por Jaime Kelly

Al reflexionar en relación a cómo podemos combatir las asechanzas del enemigo, que como dice Pedro: … “su enemigo, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quien devorar” (1Pe5, 8-9) y que en estos tiempos puede estar queriendo atacar aún más nuestra vida espiritual; recordé una interesante historia que leí acerca de un buzo que fue descendido a las profundidades del mar y que pudo mantenerse vivo, en medio de tiburones que se acercaron hasta él, al ser lanzado un cebo especial a las aguas, porque el buzo se encontraba protegido por una jaula de gruesos barrotes de acero. A pesar de que con gran furia y fuerza los tiburones mordían los barrotes, perdiendo dientes en el intento, el buzo sobrevivió. Entre el buzo y la muerte solo estaban los barrotes de la jaula.

Podemos pensar que en nuestra vida estamos también en un mar de tiburones, pues el enemigo nos ataca con furia y fuerza, buscando nuestra muerte espiritual, pero si nosotros nos cubrimos con la “Armadura de Dios”, podremos resistir y el enemigo se romperá los dientes sin conseguir tocarnos.

Y ¿Cuál es la “Armadura de Dios”?. Nos dice la Palabra: “Póngase la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y mantenerse en la la valiéndose de todas sus armas. Tomen la verdad como cinturón y la justicia como coraza; tengan buen calzado, estando listos para propagar el evangelio de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, y así podrán atajar las echas incendiarias del demonio. Por último, usen el casco de la salvación y la espada del espíritu o sea, la palabra de Dios. Vivan orando y suplicando” (Ef 6,13-18).

Hermanos, la verdad, la justicia, la paz, la fe, los frutos de la salvación, la palabra de Dios, la oración junto a la vida sacramental son los grandes y fuertes barrotes que nos defienden del mal que quiere atacarnos para alejarnos de Dios, destruyendo nuestra vida, hiriendo el alma, debilitando la fe, quitándonos la paz, la alegría de la salvación y evitar así, que vivamos con verdad y con justicia.

Estamos viviendo tiempos difíciles y solo si el hombre recapacita, se arrepiente y vuelve a Dios con sincero y puro corazón, nuestro Dios tendrá compasión y manifestará su gloria en nosotros, en nuestra familia, en nuestra patria.

Jesús ha resucitado para darnos vida y vida a plenitud. La Pascua es tiempo de esperanza, propicio, para meditar, cambiar, es un tiempo de gracia, para combatir al mal que quiere alejarnos de Dios, con la “Armadura de Dios”, como nos dice la palabra: “Por eso, sométanse a Dios, resistan al diablo y huirá de ustedes” (Stgo, 7,4). El papa Francisco nos ha recordado que no hay que dejar que la esperanza nos abandone, porque Dios con su amor camina con nosotros. Dios no nos deja solos, el Señor Jesús ha vencido al mal y nos ha abierto el camino de la vida, “unámonos al Señor en la oración, en la comunión, en la caridad y junto a nuestra madre María de Coromoto vivamos firmes en la Fe”.

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