El diario plural del Zulia

Antonio Urdaneta // Expectativa en desarrollo

El ruido mediático más sonoro actualmente en Venezuela, algo que  nadie se imaginaba en este tiempo, es el sorpresivo encuentro entre  Nicolás Maduro y dos altos funcionarios diplomáticos del gobierno  norteamericano. El abanico de opiniones que ha generado dicho  inesperado acontecimiento, es tan variopinto que hay criterios para  todos los gustos. Las expectativas oscilan entre los más pesimistas  hasta el éxtasis de un gratificante optimismo. 

Pienso que quienes hemos hecho de los artículos de opinión un quehacer devocionario, haríamos muy mal en aparecer como  aguafiestas, bien de los escépticos o de los que abrigan la esperanza  que ese fortuito contacto podría ser el principio del fin de lo peor de la actual dictadura venezolana. Sentiría una gran satisfacción  republicana, que esto último por lo menos se acercara a la verdad. Confieso que luce difícil, incluso imposible, que de la noche a la  mañana, un proceso de amnesia inducida, tal vez sin precedentes, haya borrado la reciprocidad ofensiva entre Caracas y Washington. 

Por supuesto, tampoco voy a llegar al extremo de inhibirme de la  dosis de obligación que está implícita en estos menesteres de  opinadores. Es probable que cualquier aporte a esta causa, por  insignificante que pudiera ser, quizás contribuya a entender mejor  ese sobrevenido acto de audacia geopolítica que, sin lugar a dudas, le  ha dado la vuelta al mundo; su efecto viral se ha colocado en  posición competitiva.  

Pienso, sin estar del todo convencido, que un inesperado encuentro  como lo recoge la opinión generalizada, poco o nada tiene de tal. ¡Sería demasiado bonito para ser verdad! La mayor parte de estas  experiencias apuntan hacia los predios de una antesala pragmática, precedida de la pertinente preparación del terreno y de una previa.

consumen muchas horas de trabajo conjunto entre las partes, así  como el mutuo consentimiento de los factores involucrados.  

Finalmente mi vocación democrática me acicatea para ratificar mi  actitud militante, mis simpatías, frente a toda iniciativa seria que  conduzca al entendimiento y al diálogo, siempre que estas  herramientas propias de la democracia se utilicen constructiva y  productivamente, cuyos resultados pueden medirse en el menor  tiempo posible y que sus consecuencias, en el caso de Venezuela, se  traduzcan en bienes sociales y materiales para el pueblo, en función  de soluciones definitivas de las calamidades que están contenidas en  la tragedia multidimensional que padecemos. 

 

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