El diario plural del Zulia

Ángel Montiel | El inmigrante alemán que impulsó un escondido pueblo

América Latina está llena de historias de extranjeros que llegaron a recónditos  pueblos y se arraigaron de manera que los hicieron suyos y dieron grandes aportes.

Este es el caso de un médico alemán que fue desterrado de su patria por ser judío y llegó a un poblado alejado,  agrícola y pesquero en una remota aldea llamada El Moján, al norte del estado Zulia en Venezuela.

Era rubio, no tan alto, usaba gafas redondas  que tapaban sus ojos claros y por supuesto con un hablar inentendible. En los primeros meses de su llegada el hombre concentró todas las miradas, y no era para menos,  porque nadie se esperaba que un ciudadano alemán se atreviera a vivir en esa entonces pequeña comunidad, en cierto modo inhóspita para quien estaba acostumbrado a vivir en buenas casas en su país.

Max Israel Gruenbaum Menz, tuvo que emigrar, no fue una decisión fácil, era obligado,  entendía que había que hacerlo por sus pequeñas hijas, su esposa y hasta su propia vida.

Era un país desconocido para él,  tenía esos sentimientos de nostalgia, tristeza y soledad que embargan el corazón de todos los emigrantes, no obstante supo enfrentar todo con mucho valor.

Deportado junto con su esposa Elsa Matthey de Gruenbaum y sus dos pequeñas hijas Hannelore (Juana Eleonor) y Annelise (Ana Elisa) durante esa  época triste y terrible del nacismo, del holocausto alemán y no  tenía la menor idea  lo que le deparaba.

El doctor Gruenbaum lo hicieron preso comenzando la Segunda Guerra Mundial acusado de traición a “la gran patria alemana” o atentar en contra de la construcción de la ‘nueva sociedad nacional -socialista” y tenía la certeza de morir junto con su familia en una cámara de gas o enfermo de tifus en una mazmorra de un campo de exterminio del régimen nacional-socialista, de la Alemania nazi, en un tiempo de la más oscura aberración de la historia humana.

Al cabo de dos meses fue rescatado por su esposa Elsa de religión luterana, ambos sobrevivieron, y moviéndose rápidamente fueron incluidos en una lista de “desterrados”, condición despreciable y discriminatoria  de rechazo en su propio país, y bajo estás circunstancias terribles, tomaron un barco y tras una larga travesía llegaron a Venezuela en los primeros días del año 1940 por el puerto de La Guaira, eran tiempos del gobierno de López Contreras.

El gobierno de López los instaló en Caracas y después el mismo gobierno los llevó hasta el estado Zulia y específicamente hasta El Moján.

Establecidos ya en esa región muy pobre en la entonces Venezuela rural comenzó su actividad exigente y noble del ejercicio de la medicina en unas circunstancias  que requería de características personales muy especiales.

El doctor Gruenbaum se esforzaba con el idioma en medio de una precariedad absoluta a ejercer la actividad de médico exigente y noble demostrando sus conocimientos y destrezas, tal vez aprendida cuando fue médico militar en Primera Guerra Mundial  donde llegó al grado de teniente asimilando de la Wehrmacht, ejército alemán, probablemente está condición influyó para que fuera expatriado.

Con una fuerte dosis de generosidad, Max entendiendo la situación reinante de pobreza se  solidarizaba con los pacientes que sufre los estragos de alguna enfermedad.

Para Max Gruenbaum no era significativo tener el dinero para la consulta, aunque vivía de eso, no era una exigencia importante igual atendía al paciente a cualquier hora, generalmente gente muy pobre y algunos analfabetas. Tampoco miraba su estatus social sabía que Dios le había dado el don de la sanación y lo ponía en práctica.

Eran tiempos duros, el enfermo con cualquier dolencia y asediado por los dolores buscaba la atención del médico alemán que con una inmensa responsabilidad, paciencia y amor aliviaba y curaba al que lo necesitara.

Su consultorio estaba en su misma casa, tenía un escritorio, dos sillas y una camilla con eso bastaba para Max, igualmente visitaba los pacientes en sus casas.

Cuentan los que lo conocieron que se veía caminando por las polvorientas calles del pueblo con su maletín de médico y su espíritu de servicio.

Eran largas las colas al  frente de su casa, habían pacientes que venían de distintas partes buscando alivio a sus dolencias.

Max era apasionado de la música clásica sus nietos recuerdan como escuchaba a Sebastián Bach, Mozart, Beethoven,  era un ávido lector y por las tardes después de caminar tocaba su piano.

En está historia rindo homenaje a este hombre el doctor Max Israel Gruenbaum Menz desconocido por muchos que supo en medio del dolor y del sufrimiento establecerse y asimilar la nueva vida que Dios le presentó.

Mi respeto y homenaje para todos los emigrantes del mundo que como Max dan testimonio con sus vidas.

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