Marlon S Jiménez García | Educación y política en libertad

La educación no es un tema a tratar solo en campañas electorales, he allí el dilema que subyace en los pueblos, sobre todo en los más necesitados. La diferencia entre la educación que, la generación nacida y desarrollada en los tiempos de la mal llamada IV república recibió, aunque no era de excelencia es inconmensurablemente mejor que la que están recibiendo nuestros jóvenes en el siglo XXI. Pudiéramos decir, sin equivocarnos ni un ápice, que es la peor del continente. Los informes `presentados recientemente por Encovi (encuesta de la UCAB) y por las autoridades de la UCV y de otras universidades autónomas del país así lo registran; además, esa propia realidad tangible la vivimos con nuestros propios hijos y nietos. En estos momentos, ocurre de manera creciente una diferencia entre la educación pública (excepto la brindada por los colegios católicos ubicados en las zonas más humildes del país) y la educación privada que, es abiertamente superior y de más calidad a la primera; fenómeno éste que era inversamente proporcional en los 40 años anteriores de la llegada de este sistema político altamente tóxico para la sociedad en general y que configuró en tiempo y espacio a la clase media más grande del continente.
La educación como sistema de integración social estructurada, está en relación con la política e ideología con los grupos políticos en el poder. Es más la ocupación prioritaria de la educación y de su radio de acción per se es la función política – social. En Venezuela desde principios del siglo XX los educadores no eran conscientes de que servían como instrumento de adoctrinamiento político. Por lo tanto, asumían el rol de forma consciente y servir de apoyo para el cambio sociopolítico que necesitan los países, sobre todo en el contexto latinoamericano. La dimensión sociopolítica no contamina el proceso educativo, sino que lo convierte en un poderoso agente de transformación de la realidad social.
En Venezuela, se generó de manera avanzada ya transcurridos la mitad del siglo XX y no fue sino con una educación semiótica que se dieron los cambios, dándole a cada educando los instrumentos necesarios para defenderse contra los programas alienantes. Los dos resortes fundamentales de la vida democrática son la capacidad crítica y la participación que permita que la comunidad involucrada funcione con respecto a la libertad del estudiante y el docente, creando así una educación participativa. La pluralidad política en libertad en las universidades, dio un traspié contra la alienación marxista imperante en las mismas en el mundo, y sin embargo, los grandes ideólogos de esa corriente se sintieron defraudados, cuando los marxistas estudiantes se convirtieron en profesionales liberales, Al hablar de la educación de hecho estamos hablando del hombre, de una antropología filosófica que implica no solo una idea suya, sino también del mundo; cada época y cada sociedad tienen sus propias ideas al respecto y éstas tienen que ver con la cultura y la religión dominante; en este sentido, se puede hablar de una “paideia” históricamente expresada que identifica y define a los diversos modelos y sistemas educativos.
Cada sociedad a través de la educación expresa una identidad y trabaja para consolidarla al mismo tiempo que asume patrones de conductas universales. No hay duda que la humanidad contemporánea axiológicamente gira en torno a grandes temas comunes: la paz, el equilibrio ecológico y la defensa de la naturaleza, el respeto a las diferencias y a las minorías, el desarrollo, la democracia, la justicia social y la libertad, el nuevo orden económico internacional, la cooperación y la integración. Sin embargo, en Latinoamérica la sociedad por naturaleza crítica es acrítica; la sociedad democrática como deber ser, es dominada por sus debilidades muy grandes en lo educativo, aunado al hambre y a la miseria que les acompaña y se convierten en elementos alienados y que, por esa condición son manipulados por ideologías, nacidas bajo el crisol del marxismo.
Como solucionar, pues desde la escuela, la universidad, que en forma sistematizada genere la presión necesaria, para que los cambios educativos estén respaldados por una legislación, elaborada desde el hecho educativo y hacia la conformación de una sociedad consciente de su responsabilidad socio-política. La praxis política, debe enfocarse en los dispositivos que permitan la conformación de una organización territorial para que los sujetos participantes puedan emprender acciones concretas destinadas a la modificación de sus condiciones de existencia.
Los gobiernos, si son de ideas Democráticas y de Libertad, tienen que propugnar en todas las instancias a la Educación de sus ciudadanos, para construir sociedades que sean capaz de interpretar su propia realidad; que sean capaces de impulsar la mayéutica por si solos, sin influencia ideológica de cualquier tipo y tengan la capacidad de ser protagonistas de su propio destino. Invertir en educación es la salida; pero en educación de calidad, donde la Semiótica sea el punto de partida del desarrollo educativo para el avance y el progreso tangible de todos los que son parte de la sociedad. Si eso se produce en los años por venir, tendremos un mundo libre de comunismo. A mayor educación, más hombres libres; a mayor comunismo, más hombres dominados por la fuerza imperante en la sociedad. Ejemplo de ello, es el sistema educativo de Venezuela, en estos 25 años de la revolución malévola del siglo XXI, no se ha avanzado en otra cosa que, no sea la ideologización de maestros y alumnos; los programas de las asignaturas son preparados para la dominación y el control social de los ciudadanos; pobres de ellos y de estas “generaciones por venir” y por supuesto de nuestro país. Educación y Política en libertad es la vía al verdadero desarrollo. Para acabar, con esta malsana manera de concebir la educación, es indispensable salir del USURPADOR y de sus asesores cubanos; sino en los próximos años, los grandes libertadores de la patria, serían Mao, Stalin Pot, Fidel, Hugo, Cilia y el Usurpador; Diosdado sería el Páez.