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Andrés Oppenheimer | El fiasco de las elecciones legislativas de Venezuela

Tras el fiasco de las elecciones legislativas venezolanas del 25 de mayo, que fueron boicoteadas por la oposición y tuvieron una mínima participación ciudadana, es probable que el presidente Nicolás Maduro deje de realizar elecciones con una mínima pretensión de normalidad democrática.

Votó tan poca gente, y el régimen quedó tan mal parado, que ahora Maduro dice que quiere cambiar la Constitución y celebrar futuras elecciones bajo un sistema electoral de “circuitos comunales”. Por supuesto, esto le garantizaría, como en Cuba, victorias automáticas.

La líder opositora Maria Corina Machado me dijo en una entrevista el 26 de mayo que las elecciones legislativas fueron una “derrota monumental” para Maduro, porque una abrumadora mayoría de venezolanos acató el llamado de la oposición a boicotear el voto.

“Fue la votación más baja en la historia de Venezuela”, me dijo Machado. “No fue nadie”.

El régimen de Maduro dijo que la participación electoral fue del 43%, pero Machado me dijo que fue de tan solo el 12%.

Todo indica que la estimación de Machado es más cercana a la realidad. La encuestadora Meganálisis situó la participación en un 14%. La revista The Economist reportó que “la participación electoral fue lamentable. Los colegios electorales estaban desiertos”.

Machado me dijo que la oposición tiene unas 10,000 fotos y vídeos tomados ese día en los centros de votación, que muestran que estaban prácticamente vacíos. Como era de esperarse, Maduro se adjudicó una contundente victoria. Según el Consejo Nacional Electoral, controlado por el gobierno, el partido de Maduro obtuvo el 83% de los votos parlamentarios, y 23 de las 24 gobernaciones.

En las elecciones presidenciales del 28 de julio del año pasado, en las que Machado y otras figuras destacadas de la oposición fueron proscritas, Maduro se adjudicó la victoria a pesar de que las actas de la votación mostraban que el candidato opositor, Edmundo González Urrutia, había ganado con el 67% de los votos.

Cuando le pregunté a Machado por qué Maduro todavía se toma el trabajo de realizar elecciones, dado que casi nadie se toma en serio los procesos electorales venezolanos, me respondió que el régimen no esperaba que votara tan poca gente.

“Ellos no pensaron que la gente se iba a rebelar así”, me dijo Machado. “Pensaron que podrían obligar a los empleados públicos como en otras oportunidades, y crear la ilusión de que votaba el 30% o el 40% de la población”.

Hasta ahora, Maduro quería aparentar una cierta normalidad democrática para no perder el reconocimiento de Brasil y otros países. Pero tras la pobrísima afluencia a las urnas el 25 de mayo, ahora está diciendo que cambiará la Constitución para reformar el sistema electoral.

“Venezuela necesita” crear “un nuevo sistema electoral”, dijo Maduro en la tarde del 25 de mayo. Agregó que hay que establecer “el sistema electoral de los circuitos comunales como nuevo sistema de consulta permanente”. No dio más detalles, pero parecía proponer un sistema de plebiscitos controlados por el gobierno.

No me sorprendería que Maduro siga adelante con este plan, porque sus farsas electorales son tan burdas que ni siquiera los gobiernos democráticos de izquierda las pueden aceptar. Y el hecho de que Maduro ni siquiera logre que los empleados públicos venezolanos acudan a las urnas lo hace parecer débil en su propio país.

Además, es probable que Maduro necesite aumentar su control político porque el descontento público aumentará. La economía venezolana está cayendo en picada. Se pronostica que el crecimiento económico caerá entre un 1.5% y un 4% este año, por los bajos precios mundiales del petróleo y a la decisión de Estados Unidos de suspender la licencia de Chevron para exportar petróleo desde Venezuela.

La inflación anual ya supera el 100%, y el salario mínimo oficial, sin bonos, es de apenas $1.50 al mes. Para empeorar las cosas para Maduro, Rusia y China ya no le están dando préstamos como antes, y Estados Unidos está cerrando sus puertas a la inmigración de venezolanos.

En resumen, las elecciones legislativas fueron una victoria pírrica para Maduro. Ahora tendrá más legisladores, y más gobernadores, pero estará aún más aislado del resto del mundo, y de su propia gente, en un contexto económico cada vez peor para él.

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