Andrés Oppenheimer | Derrota de Irán debilita a Venezuela, Cuba y sus amigos

La aplastante derrota de Irán en el campo de batalla probablemente causó alarma en los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua. Les demostró que, cuando las papas queman, Moscú y Pekín pueden ofrecer apoyo moral a sus aliados, pero poca ayuda real.
De hecho, uno de los aspectos más interesantes del conflicto entre Israel e Irán es que los aliados más poderosos del régimen iraní, Rusia y China, se quedaron de brazos cruzados.
El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, voló a Moscú inmediatamente después del ataque estadounidense del 22 de junio, en busca de respaldo. Pero regresó a Irán con las manos vacías.
El presidente ruso, Vladimir Putin—quien había recibido drones militares iraníes para su guerra en Ucrania—declaró que los ataques contra Irán eran una “agresión absolutamente no provocada” e “injustificada”, pero no ofreció ningún apoyo concreto. China tampoco.
Esa falta de ayuda puede haber llevado a Irán a aceptar el alto el fuego días después. Irónicamente, Rusia e Irán habían firmado en enero un acuerdo de “asociación estratégica integral”, que incluía la “cooperación militar y de defensa”.
En los círculos diplomáticos estadounidenses, hay consenso en que la humillante derrota militar de Irán tendrá repercusiones globales, incluso en América Latina, al menos a corto plazo.
Elliott Abrams, exrepresentante especial de EE. UU. para Irán y Venezuela durante el primer gobierno de Donald Trump, me dijo que la victoria de Israel y EE. UU. sobre Irán demostró que el equilibrio de poder mundial se ha inclinado a favor de Washington.
“¿Qué hicieron China y Rusia para ayudar a Irán? ¡Nada!”, me dijo Abrams. “Emitieron un comunicado que decía: ‘¡Oh, esto es terrible!’”.
Abrams agregó: “Gente como Maduro tiene que darse cuenta de que si alguna vez se mete en serios problemas, nadie va a acudir en su ayuda”.
David Schenker, exjefe de Asuntos del Cercano Oriente del Departamento de Estado durante el primer mandato de Trump, me dijo que la imagen de Irán apresurándose a acordar un cese al fuego tras una derrota importante “no debería ser tranquilizadora” para sus aliados latinoamericanos.
Abbas Milani, director de Estudios Iraníes en la Universidad de Stanford, señaló que un Irán debilitado no podrá seguir financiando a sus aliados. “Hubo una época en que Irán podía prestar cientos de millones de dólares a Venezuela. Esa capacidad disminuye cada día”, me dijo.
Brasil, Bolivia y Chile también quedaron en una posición incómoda tras condenar a Israel y EE. UU., sin exigir a Irán que abandone su objetivo de “eliminar” a Israel ni que deje de financiar a grupos terroristas como Hamás y Hezbolá.
En comparación, el G7 —grupo de las principales democracias occidentales— emitió el 17 de junio una declaración afirmando que “Irán nunca deberá tener un arma nuclear”. El texto, firmado por Trump y los líderes de Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Japón y Canadá, añadió que “Israel tiene derecho a defenderse”.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, presidirá la cumbre del bloque BRICS el 6 de julio en Río de Janeiro, y probablemente busque proyectarse como un líder del “sur global”. Pero la coyuntura no lo favorece.
“Lo que acabamos de ver en Irán, y la muestra de unidad en la OTAN, demuestran que los BRICS son puro palabrerío. En realidad, no hacen nada”, me dijo Abrams.
No estoy convencido de que este conflicto marque un resurgimiento definitivo del poder global de EE. UU. De hecho, Trump ha debilitado su liderazgo mundial al reducir la ayuda externa, iniciar guerras comerciales con aliados, ignorar ataques a la democracia y crear una percepción de corrupción en la Casa Blanca.
Pero a corto plazo, el humillante revés de Irán ha reforzado la influencia global de Washington. Y ha dejado a Maduro y a sus aliados más aislados y debilitados en el escenario mundial.