Violencia y discriminación empujan a personas LGBTI a emigrar de Honduras
Roxana Hernández, una hondureña transgénero, murió bajo detención de la policía migratoria de Estados Unidos tras ingresar a ese país para pedir asilo. Pese al riesgo, su excompañera Francis pretende realizar el mismo viaje huyendo de la violencia que persigue a la población sexualmente diversa en Honduras.
Bien maquillada y de blusa roja escotada, pantalón negro ajustado y zapatos de tacón, Francis, trans de 33 años, lamenta el sufrimiento de las personas de la comunidad LGBTI en su país, que las "obliga" a emigrar a Estados Unidos.
Ese fue el caso de Roxana, también de 33 años, que viajó junto a unas mil 300 personas, la mayoría hondureños, en la "caravana de la migración" que partió del sur de México el 25 de marzo con la intención de desafiar las prohibiciones de entrar a Estados Unidos.
La caravana llegó a provocar fuertes reacciones del presidente Donald Trump, hasta desplegar militares en la frontera con México para bloquearle el paso.
Sin embargo, el 9 de mayo, tras recorrer más de 3 mil kilómetros, Roxana ingresó a territorio estadounidense. Poco más de dos semanas después, el 25 de mayo, murió mientras estaba bajo custodia del servicio estadounidense de migración y aduanas en Nuevo México supuestamente de una neumonía producto del VIH.
Había cruzado la frontera en San Diego para solicitar asilo y fue procesada y retenida durante cinco días en unas celdas de la policía migratoria conocidas como "hieleras" por las temperaturas extremadamente bajas que hay en ellas. Luego fue transferida a otra dependencia y, finalmente, a un centro de salud. Pero fue demasiado tarde.
En un comunicado conjunto las ONG Pueblo Sin Fronteras, Al Otro Lado y Diversidad Sin Fronteras denunciaron que había sido "asesinada", al ser sometida a condiciones de detención degradantes que deterioraron rápidamente su salud y por no haberle proporcionado a tiempo atención médica.
"Ojalá te hayas arrepentido"
La violencia de las pandillas, la pobreza y la falta de oportunidades impulsan a gran cantidad de hondureños a migrar, principalmente a Estados Unidos. La población LGBTI es una parte de ese fenómeno.
Roxana integraba el colectivo Unidad Color Rosa de San Pedro Sula, la segunda ciudad de Honduras, al norte de Tegucigalpa, donde recibió orientaciones sobre el VIH por parte de la directora de la organización, Sofía Carbajal. Es el mismo grupo al que pertenece Francis.
"Una va por la calle y le gritan: allá va el culero", se queja Francis. Aparte, dice, nadie les da trabajo.
Sofía deplora que la violencia y la discriminación empiezan en el propio hogar y pone como ejemplo un mensaje que una hermana de Roxana publicó en Facebook: "Ojalá te hayas arrepentido (de ser transgénero) en los últimos momentos, hermanito".
"Sufrí el rechazo de mis tíos, aún mi papá me dijo: 'Le voy a volar la cabeza'", cuenta a la AFP, Francis, sentada en una butaca del prostíbulo donde trabaja, su único medio de subsistencia.
La transexual relata que intentará irse a Estados Unidos por cuarta vez, pese a que la última vez que lo hizo fue capturada por las autoridades migratorias mexicanas.
"Me metieron primero en una celda de mujeres pero después me pasaron a una de hombres... muchos me tocaban, otros me gritaban groserías y me violó un dominicano".
Crímenes de odio
Sofía cuenta que su organización rema contra la corriente para abrir espacios de comprensión en la sociedad hondureña, para que se reconozcan los derechos de la población sexualmente diversa y se elimine la discriminación y la violencia que la persiguen.
"No estamos pidiendo que se reconozca el matrimonio gay, sino que se nos apruebe la Ley de Identidad Género", sostiene en la sede el colectivo Sofía, una transgénero trigueña de cabello hasta los hombros, vestida con una blusa blanca y pantalón de mezclilla.
Con esta ley pretenden que se reconozca en el registro civil el nombre de mujer que han adoptado los hombres o el de hombre que han adoptado las mujeres.
Sofía denunció que los "crímenes de odio" contra homosexuales y transexuales se han incrementado en Honduras en los últimos años.
En una de las paredes del estrecho salón de la sede del Colectivo, ubicado en un barrio céntrico de San Pedro Sula, están las fotos de 18 personas que fueron asesinadas en los últimos cinco años.
La portavoz de Medicina Forense, Isis Alvarado, aseguró que 110 personas LGBTI fueron asesinadas en Honduras desde 2009.