El diario plural del Zulia

Trump quiere rehacer la sociedad y destruir instituciones en EE.UU: “¡Congreso y tribunales deben detenerlo!”

“A medida que su proyecto se tambalea, su visión se estrecha”, advierte Anne Applebaum, investigadora estadounidense, quien asegura que el mandatario impulsa una revolución. Millonarios y tecnólogos, serían según Fernando Mires, sus escuderos: “Tienen un conjunto de objetivos radicales que requieren cambios fundamentales en la naturaleza del Estado”, advierte. Para Luis Zué Hernández, internacionalista, por primera vez en la historia los Estados Unidos exhiben cierta debilidad institucional

¿Qué pasaría en los Estados Unidos si todos sus migrantes desaparecieran? Esta pregunta se la hizo Paola Nagovitch, periodista de El País, en un artículo de opinión, con base en el discurso y el paquete de medidas impuestas por parte del gobierno de Donald Trump. “Las consecuencias económicas serían devastadoras. Porque Estados Unidos es una nación hecha por inmigrantes”, se responde la comunicadora de origen puertorriqueño.

Anne Applebaum, periodista, escritora e investigadora social estadounidense afirma que, si bien aún, Estados Unidos, bajo el ala de Trump, todavía no es una autocracia como China o Rusia, en la acción y en el discurso, se presenta mucho más como una potencia colonial o imperial, y enmarca a Trump como el líder de una revolución.

“La lógica de la revolución a menudo atrapa a los revolucionarios: comienzan pensando que la tarea será rápida y fácil. El pueblo los apoyará. Su causa es justa. Pero a medida que su proyecto se tambalea, su visión se estrecha”, añade y sostiene que, frente a cada obstáculo, el giro hacia la violencia se vuelve mucho más rápido. “Si el Congreso o los tribunales no lo detienen, la revolución de Trump también seguirá esa lógica”, advierte en el artículo de opinión Esto es lo que hace Trump cuando su revolución se tambalea.

En 2023, cerca de una quinta parte de la población activa en el país de las barras y las estrellas, era de origen extranjero, es decir que, de los 160,2 millones de empleados, unos 29,7 millones eran inmigrantes, según la Oficina del Censo. La cifra incluiría a cualquier trabajador que haya nacido fuera del país: los ciudadanos naturalizados, los residentes permanentes, los refugiados y asilados y los indocumentados.

Sobre este último grupo, se sabe que en 2022 eran 8,3 millones, casi el 5% de la población activa entonces, de acuerdo con el Centro de Estudios Pew. Juntos, con y sin permiso para ello, trabajan en todas las industrias y sostienen sectores claves, como el de servicios profesionales y empresariales, en el que suman 4,7 millones de empleados, o el de fabricación, en el que representan el 20,2% del total de trabajadores. Contribuyen con billones de dólares a la economía del país, y si un día no estuviesen, como sueña Trump, el país se quedaría paralizado.

Y ante esa realidad, y temas complejos como la crisis de los aranceles y la guerra entre Rusia y Ucrania, abundan situaciones en las que debió recoger sus palabras y arroparlas. Como si la magistratura de su cargo no lo resintiera. El caso más reciente guarda relación con el impacto negativo que le ocasionó al sector agrícola y de servicios de su país.

La mañana de este jueves, Trump anunció cambios en sus políticas migratorias después de que los grandes empresarios le trasladaron que sus medidas les quita muy buenos trabajadores y con amplia experiencia. “Nuestros agricultores se están viendo muy perjudicados porque, ya sabes, tienen muy buenos trabajadores. Han trabajado para ellos durante 20 años. No son estadounidenses, pero han resultado ser, ya sabes, geniales, y vamos a tener que hacer algo al respecto”, declaró en un acto en la Casa Blanca.

Migración, promesa telúrica

Luis Zué Hernández, internacionalista, opina que detrás de la criminalización de la migración, principalmente haitiana, mexicana y venezolana, se anclan, además de sus promesas electorales, el ánimo de congraciarse con un grupo sólido y hermético de tecnólogos y millonarios con ambiciones políticas, que conforman su núcleo más cercano.

“Quita el Parole Humanitario porque, pienso, que tiene una suerte de huestes a sí mismo, que tiene que complacer. Y la mejor manera de hacer ver que está cumpliendo es hacer un show mediático y ver gente sufriendo y criticándole, cosa que no lo perjudica, porque su base de votantes percibe que está haciendo lo que prometió. Ahora, lo que sí ellos esperan es que mejore la economía, nuevamente y eso no está sucediendo”, resalta el Coordinador de Proyectos y responsable del área de Migraciones de la Fundación Konrad Adenauer, oficina Chile.

Zué Hernández siente que, por primera vez en su historia republicana, la solidez institucional de los Estados Unidos, se encuentra bajo la lupa del mundo. “Lo que ocurre es muy delicado. EE.UU. es una de las democracias más antiguas que existen y se han jactado de tener una de las instituciones más sólidas. Con base en ello algunos lo identifican como ‘El policía del mundo’, amparada en una supremacía moral en la que se amparaban para intervenir o juzgar acciones similares en otros países”.

Y menciona lo sucedido con el senador por California, Alex Padilla, quien fue expulsado a empujones y esposado tras asistir a una conferencia de prensa en Los Ángeles, donde la secretaría de Seguridad Interna de EE.UU., Kristi Noem, daba un informe sobre los arrestos de inmigrantes y sospechosos de instigar las protestas.

“Soy el senador Alex Padilla. Tengo preguntas para la secretaria”, expresaba el legislador demócrata, que es miembro del Subcomité Judicial de Inmigración del Senado, cuando las autoridades lo sacaron a la fuerza de la sala y lo detuvieron.

Padilla se desempeña como senador en sustitución de Kamala Harris, exvicepresidenta de los Estados Unidos, quien manifestó en su cuenta de X: “Se trata de un abuso de poder vergonzoso y sorprendente”.

“Ahora estamos siendo testigos de hechos impensables anteriormente en los Estados Unidos. El senador tiene inmunidad. Es un atentado contra el Estado de Derecho y la división de poderes que es sagrado en cualquier régimen democrático. Es una muestra de lo que está dispuesto a hacer Trump en esta segunda administración. ¿Se imaginan que algo así ocurriera en cualquier otro país?

Pienso que el pulso es muy duro, pero espero que la institucionalidad finalmente prevalezca”

Applebaum, redactora de The Atlantic, no es tan optimista y advierte que Trump afianza su proyecto revolucionario

En la lógica de Trump, él apuntala objetivo grande, transformador e imposible. “Quiere rehacer la sociedad, destruir las instituciones existentes, reemplazarlas por algo diferente”, añade y explica que los revolucionarios saben que harán daño en el camino hacia su utopía y que la gente se opondrá, pero comprometidos con su ideología persiguen sus objetivos de todos modos. Hasta que aparece la crisis. Y esto los tomar una decisión: Rendirse o radicalizarse.

“Más de 200 veces, los tribunales han cuestionado la legalidad de las decisiones de Trump, incluidos los aranceles arbitrarios y las deportaciones de personas sin el debido proceso. Los jueces han ordenado al gobierno que vuelva a contratar a personas que fueron despedidas ilegalmente. DOGE se está revelando lentamente como un fracaso, tal vez incluso como un engaño: no solo no ha ahorrado mucho dinero, sino que el daño causado por los ingenieros de Musk podría resultar aún más costoso de reparar, una vez que se calculen los costos de las demandas, los contratos rotos y la pérdida de capacidad del gobierno.

La legislación emblemática del presidente, su proyecto de ley de presupuesto, se ha encontrado con la resistencia de los republicanos de alto rango y los directores ejecutivos de Wall Street que temen que destruya la credibilidad del gobierno de Estados Unidos, e incluso con la resistencia del propio Musk”, añade.

¿Nuevo paradigma?

Fernando Mires, señala que las polémicas acciones impuestas por el gobierno de Trump con base en la erradicación forzada de migrantes latinoamericanos, forma parte de un nuevo paradigma.

En su blog Polis, el experto en temas geopolíticos resalta que detrás o junto a Trump, se encuentra un grupo muy hermético de tecnólogos y millonarios con ambiciones políticas. “Una nueva ‘clase’, si usamos la terminología tradicional. (…). Ese grupo integra en sí el dinero y la nueva tecnología digital de donde es posible formular programas políticos mayoritariamente atractivos para conquistar mayorías”.

Los creadores de este nuevo paradigma serían, desde su óptica, hijos y financistas de la revolución digital de nuestro tiempo.
“¿Qué es lo que persigue Trump? La respuesta la ha dado el mismo Trump.

Trump quiere hacer a Estados Unidos económicamente grande”, refiere. Y explica que para aumentar la grandeza económica de los Estados Unidos es necesario aumentar el capital interno o nacional. En ese postulado, el capital nacional debe predominar a escala mundial sobre los capitales nacionales chinos y europeos.

“Hasta ahora, parece que estamos frente a un clásico defensor del capitalismo nacional, como había tantos en el siglo XlX. Pero hay algo nuevo. Esa novedad no reside en los objetivos sino en los medios. (…). La fuerza y la violencia predominarían sobre el poder político basado en la razón y en los argumentos”.

“Las revoluciones más sangrientas y dañinas han sido moldeadas por personas que tomaron las decisiones más extremas. Cuando los bolcheviques se encontraron con la oposición en 1918, desataron el Terror Rojo. Cuando los comunistas chinos encontraron resistencia, Mao envió guardias rojos adolescentes para atormentar a profesores y funcionarios. A veces la violencia era mero teatro, salas de conferencias llenas de gente exigiendo que las víctimas se retractaran. A veces era real. Pero siempre sirvió a un propósito: provocar, dividir y luego permitir que los revolucionarios suspendieran la ley, crearan una emergencia y gobernaran por decreto”, argumenta Applebaum.

Y en ese sentido refiere que Trump lidera un asalto de “naturaleza revolucionaria” contra el gobierno de Estados Unidos. Cree que sus “secuaces” tienen un conjunto de objetivos radicales, a veces contrapuestos, que requieren cambios fundamentales en la naturaleza del estado estadounidense.

Pone como ejemplos: La concentración del poder en manos del Presidente, la sustitución de la administración pública federal por leales, la transferencia de recursos de los pobres a los ricos “con conexiones con Trump” y la expulsión, ‘en la medida de lo posible’, de las personas de piel morena de Estados Unidos, y el regreso a una jerarquía racial estadounidense más antigua”.

Enumera, en ese marco, los ataques selectivos contra instituciones que simbolizan el poder y el prestigio del viejo régimen: Harvard, las cadenas de televisión, los Institutos Nacionales de Salud. “ICE ha enviado agentes con equipo militar para llevar a cabo arrestos masivos de personas que pueden o no ser inmigrantes indocumentados, pero cuyos arrestos asustarán y silenciarán a comunidades enteras. La familia y los amigos de Trump han destruido rápidamente una matriz de controles y equilibrios éticos para enriquecer al presidente y a ellos mismos”, añade.

En palabras de la investigadora del Instituto SNF Agora de la Universidad Johns Hopkins, Trump busca abiertamente provocar violencia y su demostración de fuerza es principalmente performativa.

“Un programa hecho para la televisión diseñado para enfrentar al ejército de Estados Unidos con los manifestantes en una gran ciudad demócrata. La elección del lugar para las redadas indiscriminadas —tiendas Home Depot en Los Ángeles, y no, por ejemplo, un club de golf en Florida— parece orquestada para atraer a los votantes de Trump”.

En su opinión, el despliegue de las fuerzas armadas de EE.UU. está diseñado para crear imágenes aterradoras, no para satisfacer una necesidad real.

El gobernador de California no pidió tropas estadounidenses; el alcalde de Los Ángeles no pidió tropas estadounidenses; incluso la policía de Los Ángeles dejó en claro que no había ninguna emergencia y que no necesitaban tropas estadounidenses. Pero esta no es la etapa final de la revolución. Los marines en Los Ángeles pueden provocar más violencia, y ese puede ser el verdadero propósito de su misión; después de todo, los marines están entrenados principalmente no para hacer control de multitudes civiles, sino para matar a los enemigos de los Estados Unidos”.

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