Sacerdote en Colombia celebra misa a fieles en sus vehículos [+Fotos]

Luego del tradicional canto de entrada y la procesión, el sacerdote católico Luis Carlos Ayala se persignó y saludó a la comunidad. Pero el párroco no está en un templo en Colombia, sino sobre un escenario frente a cientos de personas en sus automóviles.
Ante la cuarentena declarada desde marzo en el país sudamericano ha obligado a ajustar costumbres y es así como cientos de fieles católicos ha cambiado sus rutinas para acudir a misa los domingos como si estuvieran en un cine para automóviles.
Hacen reservaciones sin costo alguno; estacionan sus vehículos en un espacio acondicionado para ofrecer espectáculos en medio de la pandemia, en el municipio de Chía, a unos 10 kilómetros al norte de Bogotá.
Unas 40 personas están a cargo de la infraestructura con capacidad para unos 300 vehículos. Se tiene un promedio de cuatro ocupantes cada uno.
Por supuesto que la experiencia es muy diferente, dijo el padre Ayala a The Associated Press.
“No es lo mismo como digo y como lo hemos sentido todos. La vida humana es una cultura del abrazo, de la cercanía, de la expresión física. Frente a esta pandemia, que es letal, estamos obligados a cuidarnos y cuidar a los demás. Esto nos obliga también al distanciamiento; al no realizar (la expresión física) se siente un vacío, como si nos faltará algo”, expresó.
Aunque la reapertura de las iglesias en este país sudamericano de mayoría católica parece cercana, el sacerdote lleva la palabra de Dios a cerca de mil personas. Se vale de la ayuda de un grupo de cuatro empresas que prestan sus instalaciones pensadas para brindar entretenimiento en medio de la pandemia.
Al estar detrás de las cámaras, en un escenario rodeado de andamios, pantallas gigantes y luces, para Ayala no es fácil ver los vehículos y mucho menos alcanza a ver el rostro de las personas, por lo que debe hacer uso de su imaginación para entrar en “comunión” con los feligreses.
Para Ayala uno de los momentos más felices durante la eucaristía ocurre cuando reparte la hostia porque le permite “estar cerca del otro, verle el rostro, ver la mirada, la alegría y la paz que experimentan”.