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Papa León XIV: el llamado a la paz y a una Iglesia misionera

El Santo Padre se presentó como “hijo de san Agustín” y exhortó a la unidad de la Iglesia y a la promoción de la paz y de la justicia bajo un estilo misionero. Se trata -añadió- de “construir puentes”, recordando que “todos necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, el diálogo y el amor”

Un “gringo” con orígenes europeos y el corazón en Sudamérica. En la historia personal de León XIV se cruzan varios mundos: la universalidad de la Iglesia, tan defendida por el papa Francisco y tan odiada por sus detractores: los amantes de la Misa en Latín, enemigos del Concilio Vaticano II.

El pontificado de León XIV es por ende hijo de un Cónclave histórico: es la primera vez que participan 133 cardenales, superando el límite de 120 impuesto por san Paolo VI en 1975. Una manera de equilibrar el desbalance de una Iglesia donde Italia estaba sobre-representada y el resto del mundo no.

Por esa misma razón el nuevo Papa tenía que empezar hablando de la paz, gran ausente de un primer cuarto de siglo que empezó con el 11 de septiembre 2001 y está terminando con una tercera guerra mundial en pedazos, que empieza en Kiev, prosigue en Gaza, Kashmir (Cachemira) y termina quién sabe dónde.

Esta es la paz de Cristo Resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente”, fueron las primeras palabras del nuevo Papa, quien quiso dar continuidad a la bendición "Urbi et Orbi" de su predecesor, Francisco, “¡Dios nos quiere, Dios los ama a todos, y el mal no prevalecerá! ¡Estamos todos en las manos de Dios! Por lo tanto, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante”.

El Santo Padre se presentó como “hijo de san Agustín” y exhortó a la unidad de la Iglesia y a la promoción de la paz y de la justicia bajo un estilo misionero. Se trata -añadió- de “construir puentes”, recordando que “todos necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, el diálogo y el amor”.

Revindicando sus orígenes, el Pontífice recordó a la Iglesia peruana de Chiclayo, aquella que fue su diócesis desde el 2015 al 2023, describiéndola como “un pueblo fiel que ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto, tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo”.

En simultáneo, en aquella diócesis - así como en otras localidades peruanas - las campanas de las iglesias sonaban en fiesta para celebrar al nuevo Papa, que entre los cargos cubiertos destacó como vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. “Queremos darle gracias a Dios por la elección del nuevo Papa”, comentó Carlos García Camader, presidente de los Obispos peruanos, quién explicó que la vida de Robert Francis Prevost se forjó “en esta tierra, como peregrino”, abrazando “la naturaleza y la ciudadanía” del país que acogió su ministerio.

De hecho los fieles de Chiclayo, ciudad costera situada en el norte de Perú, recordaron su capacidad de ir hasta los lugares más remotos de la localidad, trabajando junto a la Cáritas local. “Un pastor con el olor de las ovejas, tal como decía el papa Francisco”, cuenta sor Margarita Flores.

Le recuerdan también en el sur del país, en Huancavelica, localidad de altura (3.600 kilómetros sobre el nivel del mar), cuyos habitantes traen a la memoria al sacerdote que les enseñó a leer y a defenderse.

Papa León XIV, quien es conocido por su capacidad de conjugar rigor doctrinal con atención a los últimos, recibió el saludo de distintas autoridades a nivel mundial. Desde el presidente de los EE. UU., Donald Trump, quien aseguró estar orgulloso por “el primer Papa estadounidense”, hasta el zar del Kremlin Vladimir Putin, que afirmó tener confianza en el “diálogo constructivo entre Rusia y el Vaticano” a partir de los valores cristianos que unen a ambos. Por su parte, la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, aseguró que las palabras del Papa son un “potente llamado a la paz, a la fraternidad y a la responsabilidad”.

León XIV ha también llamado la atención, en negativo, de la Red de Protección a las Víctimas de Abusos (Snap, siglas en inglés), que le acusaron por no haber actuado de forma contundente ante dos denuncias presentadas en Chicago en el 2000 y en Chiclayo, veintidós años después. Dichas acusaciones fueron desmentidas por el periodista investigador, Pedro Salinas, quien se dedica a la documentación de los abusos en la Iglesia y sostiene que tales denuncias no cuentan con “apoyo documental ni testimonios sólidos”.

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