EE. UU. utiliza sistema de puntos para calificar a venezolano como integrante del Tren de Aragua

En Capacho Nuevo, un pueblo venezolano donde la festividad de los Reyes Magos se celebra con fervor, Andry José Hernández Romero quiso rendir homenaje a sus padres con algo más que las palabras "mom" y "dad" tatuadas en sus muñecas. “Manu, ¿será que le podemos agregar una coronita de reina a mi mamá y una coronita de rey a mi papá?”, le propuso al tatuador José Manuel Mora. Siete años después, esas coronas lo tienen encerrado en una megacárcel de El Salvador, acusado de ser miembro de la banda venezolana Tren de Aragua.
“Si yo hubiera sabido que por esas coronitas se lo iban a llevar a la cárcel, nunca se las habría tatuado”, lamenta Mora en entrevista con BBC Mundo.
A sus 31 años, Andry emprendió en mayo de 2024 un arduo viaje desde Venezuela hacia Estados Unidos, cruzando la selva del Darién hasta llegar a Tijuana, México. El 29 de agosto, se presentó en el cruce de San Ysidro, California, solicitando asilo por persecución debido a sus ideas políticas y orientación sexual, según documentos judiciales obtenidos por BBC Mundo. Pero en lugar de refugio, encontró detención inmediata, reseñó BBC Mundo.
Los agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) lo interrogaron sobre sus tatuajes y lo trasladaron al Centro de Detención Otay Mesa, bajo custodia del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE)
Allí, Arturo Reyes, un entrevistador de CoreCivic, empresa privada que gestiona el centro, evaluó a Hernández con un formulario diseñado para identificar miembros de grupos criminales. El sistema asigna puntos según nueve categorías: menos de 9 puntos señala a un sospechoso; 10 o más confirma la pertenencia a una pandilla.
Las dos coronas en las muñecas de Andry le valieron 5 puntos. En los comentarios, Reyes anotó: “La corona resultó ser un identificador de miembro de la pandilla Tren de Aragua”. Con esta conclusión, las autoridades estadounidenses lo deportaron a El Salvador, donde permanece recluido.
Ni Hernández ni otros venezolanos deportados en circunstancias similares han recibido información clara sobre los cargos en su contra. Las coronas, un símbolo de devoción familiar en su pueblo, se convirtieron en la marca que cambió su destino.