La "generación de cristal" que tanto se critica también es producto de la crianza sobreprotectora

La creciente percepción de que los jóvenes son emocionalmente frágiles ha despertado un debate sobre sus orígenes y consecuencias. Según la logopeda y psicóloga María Soto, este fenómeno se relaciona más con un entorno de crianza sobreprotector que con una debilidad inherente en los adolescentes. En una entrevista publicada en El País por la periodista Ruth Alfonso Arias, Soto explica que muchos jóvenes actuales no son vulnerables, sino que se ven afectados por estilos de crianza que limitan su autonomía y los llenan de miedos.
La idea de la “generación de cristal” ha ganado popularidad en los últimos años, pero Soto refuta esta visión, argumentando que se debe a una crianza caracterizada por la falta de confianza en las capacidades de los jóvenes. Este enfoque crea una dependencia emocional, lo que les impide desarrollar la resiliencia necesaria para enfrentar los desafíos de la vida. Al no permitir que los adolescentes cometan errores y aprendan de ellos, se perpetúa un ciclo de inseguridad y temor.
En el contexto actual, la sobreprotección se ha convertido en un rasgo dominante en las dinámicas familiares y educativas, generando un sentido distorsionado de la realidad. Soto advierte que el enfoque basado en el miedo ha limitado el desarrollo emocional de los jóvenes, alejándolos de experiencias valiosas que son esenciales para su crecimiento personal. La crítica constante hacia sus emociones contribuye a su aislamiento emocional.
Soto propone que la empatía es fundamental para una crianza efectiva. Esta implica fomentar el respeto mutuo y validar las emociones del adolescente, permitiendo que se sientan acompañados y no juzgados. La validación emocional, según Soto, es crucial para que los jóvenes comprendan que sus emociones son normales y útiles, contribuyendo así a su fortaleza interna.
La psicóloga sugiere que los padres deben evitar romper lo que ya está intacto, ya que los seres humanos poseen un sistema de defensa natural desde el nacimiento. La clave está en permitir a los jóvenes enfrentar retos pequeños que les ayuden a fortalecer su autoestima y capacidades. En lugar de educarlos para evitar riesgos, es importante guiarlos para que aprendan a diferenciarlos.
Soto también señala que el exceso de información en la era digital ha llevado a muchas familias a una confusión sobre la crianza. En su afán por proteger a sus hijos, algunos padres se convierten en sobreinformados y descuidan el uso de su propio criterio en decisiones relevantes para su contexto.
En conclusión, la búsqueda de una generación de jóvenes emocionalmente fuertes debe centrarse en fomentar su autonomía y aprendizaje a través de experiencias que les permitan desenvolverse en un mundo que, aunque percibido como peligroso, ofrece oportunidades para crecer y fortalecer su carácter.