Refundar el Zulia (III)

Hay un refrán popular que puso de moda el presidente Luis Herrera Campins: “Tarde piaste, pajarito”.
Cae como anillo al dedo al ministro de Interior y Justicia, Diosdado Cabello.
Las mafias que ahora dicen desarticular llevaban años en el poder y provenían de las propias filas del chavismo.
La purga, aunque tardía, era necesaria.
Para algunos, no es más que una factura por cobrar de los factores de poder de Miraflores; para otros, un acto real motivado por la necesidad de lavar la imagen del Gobierno.
No tocaron en su momento al polémico y señalado alcalde Omar Prieto, de San Francisco, quien llegó a protagonizar escándalos ante instancias nacionales por el proceder de Polisur.
Y así, muchos otros casos.
Las acciones del Gobierno intentan mostrar algo al Zulia.
¿Acaso un episodio de justicia para la región más castigada de Venezuela?
¿Una estrategia política de cara a las elecciones?
¿Un hecho auténtico?
Los procesos lo dirán.
Desde Miraflores saben que el Zulia necesita justicia, no solo en el control del crimen, sino también en la salud, la energía y la economía.
Los golpes contra el zuliano, que pese a las adversidades sigue adelante, no cesan.
Y es que así ha sido siempre esta región. No por holgazanes escalamos, en un pasado muy reciente, hasta convertirnos en productores de alimentos para el país desde las bondadosas tierras del Sur del Lago, trabajadas por familias que dedicaron ciencia y habilidad al campo.
Una región autosuficiente y generosa: ese es el sello del Zulia.
¿Puede el Estado remontar?
Confiamos en que sí. Pero todo depende del rumbo de la política, de la gestión y de los núcleos civiles para encauzar al poder político, que no puede quedar sin control.
Los retos no son pequeños; son el reflejo de todo un país. Pero en el Zulia se sienten inmensos por el calibre de la región, pulmón de Venezuela.
Ser un polo de desarrollo industrial, hoy arrasado, deja cicatrices a la vista de todos.
El desempleo o los trabajos precarios contrastan con aquella zona industrial que, en su auge, generaba 60 mil empleos directos.
Las constructoras emprendían proyectos en todos los rincones, las cementeras alimentaban nuevas estructuras, el carbón aportaba energía al occidente venezolano, la Universidad del Zulia no mendigaba presupuestos, los hospitales estaban en mejores condiciones y los apagones no existían, gracias a una gestión impecable y de avanzada de Enelven.
El Zulia nunca debió haber decrecido al nivel que hoy representa.
Debimos haber crecido a niveles que hoy nos costaría creer.
En 1998, el petróleo superaba los 90 dólares por barril. Un recurso que aún se extrae de las entrañas de nuestro lago, contaminado y sin políticas de recuperación. La historia se repitió en 2008, en plena crisis mundial, con un barril nacional que se disparó hasta los 140 dólares.
¿Qué quedó de aquella bonanza para el Zulia?
¿Qué hicieron los gobernadores Rosales, Pablo Pérez,Arias Cárdenas y el propio Omar Prieto para atraer el presupuesto que correspondía a nuestro estado?
¿Hubo alguna obra de infraestructura trascendental o una política de gestión que representara un eje de desarrollo continuo y bienestar para la región?
Desfilaron gobernadores que se regocijaron en el asfaltado de calles, en la devolución de bienes regionales al centralismo, como el Puente General Rafael Urdaneta o los aeropuertos, o en facilitar el camino a las expropiaciones.
El día que valoremos la importancia de las decisiones que tomamos en este aspecto, será cuando debamos sentirnos más obligados a activarnos en los asuntos públicos.
La responsabilidad de la crisis que hoy vivimos recae, en gran parte, sobre nosotros por haber seleccionado autoridades sin el nivel académico que el Zulia amerita y con una reputación moral cuestionable.
Hoy, el círculo de líderes regionales, verdaderos hombres y mujeres con la capacidad y solvencia para convertirse en estadistas, está reducido a un número tan pequeño que no supera los dedos de una mano.
Las sociedades en crisis están obligadas a reinventarse y a convocar a sus mejores ciudadanos para ocupar posiciones de responsabilidad en el Estado.
Maracaibo ha sido un ejemplo de esta realidad. Antes de las acusaciones sin debido proceso contra el alcalde electo, ¿quién hubiera imaginado que un dirigente sin ambición de ocupar el cargo de burgomaestre, como Adrián Romero, demostraría que gobernar por la gente y con honestidad es posible y necesario?
Confiamos en la honestidad, el empuje y la tenacidad del zuliano para transformarse y retomar la senda de un desarrollo que, esta vez, se cimente en proyectos duraderos, generacionales y de impacto real.
No bastarán paños de agua tibia para salir del drama.
Nuestro mensaje a la sociedad es claro: debemos refundarnos para honrar ese legado histórico que llevó al Zulia a ser el motor de todo un país y, obligados estamos a impulsar nuevas figuras públicas para sustituir a los que, hasta el día de hoy, llegan para servirse y no a estar al servicio del Estado y su gente.
Carlos Alaimo
Presidente-Editor