Entre cobardía y cohabitación, destruyeron al Zulia

Manuel Rosales, gobernador del Zulia, y Juan Pablo Guanipa, dirigente de Primero Justicia, acapararon hace pocas horas una atención efímera tras un enfrentamiento abierto con el que pretendieron erigirse como zulianos mayores.
Ninguno ha podido ni podrá.
Se han acusado de traición a la región y cohabitación con el gobierno de Maduro, y según la historia reciente, las acusaciones tendrían sentido.
Pero la cuestión de fondo, desde la perspectiva ciudadana, no es que cada uno tenga argumentos que parecieran medianamente válidos, sino más bien que ninguno ha podido, al menos, rescatar algo de dignidad para toda una región sometida al modelo arcaico y destructor del Miraflores de hoy.
Al zuliano que vive día a día en la precariedad, que padece las condiciones más duras entre una economía asesina, el desplome de servicios básicos, los cinturones de miseria colectiva que se hipertrofian, las fronteras gobernadas por el crimen guerrillero y militar, las escuelas vaciadas, las tierras productivas acabadas, las mafias de la gasolina, el agua y otras más, está agotado, se asfixia; el resto es circo, del malo además.
Aunque Rosales y Guanipa han tenido la fama breve de las redes por el careo, lo cierto es que ambos tienen un peso del que no consiguen cómo librarse.
El uno por estar "rodilla en tierra" con Maduro (sus discursos públicos en contra no son más que un mero formalismo acordado con Caracas), y el otro por abrir las puertas del Zulia a la nada socialista encabezada por Omar Prieto, que vino a empujar más adentro el puñal.
En la memoria colectiva está fresco que a ambos se les concedió el apoyo para gobernar. Hoy hay un sentir de fracaso. Ninguno ha llegado a cumplir los objetivos que este Estado demandaba y sigue demandando.
Las rutas de cada uno parecieran definidas más por un plan personalísimo de supervivencia política de estirpes que de verdaderos políticos desarrolladores de la región con mayor potencialidad económica, energética, alimentaria y científica de la historia de Venezuela.
Este modelaje de liderazgo en nada representa y honra al legado de la Zulianidad. Ese Zulia grande, donde su mayor riqueza han sido los zulianos, como bien diría el emblemático alcalde de Maracaibo y Presidente de Corpozulia Dr. Fernando Chumaceiro, quedó tan solo en la memoria del Estado.
Esta región libró batallas contra el centralismo, implementó un robusto sistema financiero local que escaló como hito nacional, cuna de la Venezuela petrolera, desarrolladora de petroquímicas, canteras de carbón y cementeras, no mendigó recursos para cultivar las mejores tierras que hicieron posible ser la despensa de los venezolanos por su producción en agricultura, ganadería, avicultura, piscicultura y hasta nuevas cepas de uva y vino.
Ese Zulia grande que se escribió en páginas y es verificable le quedó muy grande a la actual casta política.
Pero los malos liderazgos se colaron y desmontaron las bases que pudieron emprender más y mejores modernizaciones. La mala administración y el desapego propio del ciudadano a la contraloría sirvieron la mesa a la mediocridad que se instauró incluso para controlar gremios profesionales.
Allí abajo el ciudadano sigue reclamando no un nuevo líder, sino muchos y nuevos líderes, nuevos rostros, nuevas formas de enfocar el problema de la destrucción regional y enfrentarse al centralismo devorador.
Ya no valen los titulares de cinco minutos.
Ya no valen los dirigentes que tuvieron oportunidades que dejaron extraviarse.
Ya no valen los hombres que negocian descaradamente con la destrucción.
El Zulia no necesita a un astuto en Los Cóndores, ni mucho menos una familia imperial; requiere sí de muchos líderes audaces, con memoria y con visión.
Muchos líderes que sepan reconocer quiénes hemos sido y a dónde debemos ir.
Carlos Alaimo Presidente-Editor