Editorial | Refundar el Zulia (I)

La desgracia del estado más pujante de Venezuela, como lo fue el Zulia, debe ser un asunto de preocupación para quienes amamos esta tierra.
La generación de los 90 no puede sentir un apego genuino a esta región, salvo aquellos que conozcan su historia.
Desde el siglo XIX, el Zulia fue pionero y líder, no solo a nivel nacional, sino también internacional.
Su grandeza fue producto del esfuerzo y la iniciativa de su gente, de su capacidad para asumir riesgos que lo llevaron a destacar en sectores clave como la banca, el comercio internacional, la agroindustria, la petroquímica, la avicultura, la ganadería, la agricultura y la piscicultura. Incluso llegamos a producir vinos.
Pero la grandeza zuliana no solo radicó en su desarrollo económico. También brilló en el ámbito humanista: el arte, la música, las letras y la educación fueron pilares fundamentales.
La Universidad del Zulia (LUZ) se consolidó como la máxima casa de estudios de la región, y en el área de la salud, el Hospital Universitario de Maracaibo (HUM) fue pionero en trasplantes de riñón, otorgándole al estado el calificativo de "capital científica de Latinoamérica".
Lo más importante es que todo este esplendor se logró sin el apoyo del centralismo ni de capitales extranjeros. Ese fue el verdadero regionalismo zuliano.
Sin embargo, este capital humano y económico comenzó a perderse cuando un banquero —hoy acusado de corrupción— adquirió una importante institución financiera y trasladó sus operaciones a la capital.
A esto se sumó el cierre del Banco de Maracaibo por parte del centralismo, en una clara estrategia de los poderes económicos y políticos nacionales para debilitar al Zulia.
Frente a esta amenaza, la clase política local no fue capaz de defender los intereses de la región en los últimos 26 años.
Aquellos que pudieron haber sido un muro de contención contra esta debacle no asumieron su responsabilidad.
Peor aún, muchos se aliaron con la nueva élite económica nacida en este período, priorizando sus intereses personales y grupales.
El deterioro llegó a tal punto que incluso Diosdado Cabello tuvo que intervenir, debido a la magnitud de la corrupción dentro de las alcaldías y otros organismos.
Y en medio de esta crisis, ¿qué líderes locales han tenido el coraje de enfrentar a esta mafia delincuencial? Un gobernador entregado a sus propios intereses jamás ha emitido una declaración firme contra los atropellos que el Zulia ha sufrido.
Ante esta realidad, los zulianos estamos obligados a reinventarnos para refundar nuestro estado.
Solo la UNIDAD de nuestra gente, sin injerencias externas, hará posible este renacimiento y evitará que el centralismo siga asumiendo el control.
Quienes amamos esta tierra debemos involucrarnos en la política y en los asuntos públicos.
El Zulia no se va a "suicidar". Debemos buscar y motivar a los mejores hombres y mujeres para que asuman el control de las instituciones del estado, garantizando que estén en manos de nuevos liderazgos con vocación de servicio, talento, moral y ética.
En este sentido, en la Corporación Marabina, ante la crisis generada en la alcaldía, se llevó a cabo un evento que refleja esta visión de participación ciudadana.
Gracias a ello, hoy tenemos un ejemplo a seguir con la designación del alcalde encargado, Adrián Romero, quien, sin haber aspirado a ese cargo, ha demostrado responsabilidad, compromiso y honestidad en la atención de una ciudad que merecía más.
Este es un motivo para seguir creyendo en nuestra gente. Contamos con un amplio inventario de talento para levantar al Zulia sin depender de un solo candidato que pretende ser visto como el único líder.
A esa pobreza del gentilicio zuliano no hemos llegado ni llegaremos.
Desde esta trinchera, seguiremos hablando del Zulia.
Carlos Alaimo
Presidente-Editor