Practicar béisbol es un lujo [+Infografía]

Los cambios que ha tenido que experimentar el venezolano en su cotidianidad son cada vez más evidentes. La inflación y la escasez en Venezuela, que proyecta superar la barrera del 300 por ciento para finales del 2016, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), hacen que el ciudadano común deje a un lado actividades recreacionales para cubrir, medianamente, sus necesidades básicas.
Una de ellas es la práctica deportiva, que al igual que el resto de actividades en el país, no es ajena a las dificultades económicas. Practicar un deporte en Venezuela, en este caso el béisbol, se ha convertido en un “verdadero lujo” para muchos atletas que participan en la popular “caimanera”.
Los artículos deportivos han sufrido un incremento de hasta el 400 por ciento respecto al año pasado, cifras que han devorado el poder adquisitivo y el presupuesto que establecía el venezolano para la práctica deportiva.
Para iniciar a un niño en las Pequeñas Ligas de Béisbol, la inversión sobra cómodamente los 100 mil bolívares, comprando lo mínimo necesario y usando marcas no tan reconocidas. Aún así, los padres y representantes hacen milagros con tal de mantener a sus hijos alejados de la calle.
“A mí se me hace casi imposible comprarle lo que necesita al niño para jugar. Tengo muchas di cultades y uno sufre por no poder darle sus cosas para jugar a los muchachos. Antes era más fácil”, reconoce Humberto Tiberi, licenciado en educación física y representante de un niño que lleva su nombre, perteneciente a la categoría pre-infantil de Limenor. “Lo vamos a traer a la escuela mientras se pueda. Estamos echando el resto”.
Tiberi tuvo que invertir 35 mil bolívares en unos zapatos de la marca Under Armour, gasto que implicó varios sacrificios en el hogar. “Recorté muchas cosas en la casa durante unos meses para comprarlos”.
También dramática es la situación para Henry Caldera, quien trabaja como bombero en una estación de servicio y de “limpia vidrios”.
“Vulgarmente, debemos largar la verga para poder mantener a los muchachos jugando”, cuenta Caldera, quien hace duros sacrificios con tal de mantener a su hijo en la Limenor, con sede en el Papá Juan. “Yo pre ero dejar de hacer ciertas cosas, me cohíbo de ciertos gastos para guardar dinero para ellos. Incluso, dejo de comer a veces para mantener a los muchachos en el deporte y tenerlos alejados de la calle”, expresó.
Dura realidad
La realidad para los gerentes y due- ños de tiendas de insumos deportivos no es menos compleja. Aseguran que sus ventas y afluencia de clientes disminuyen drásticamente. “No es para nada fácil. La situación que estamos viviendo hace que cambiemos de precio casi semanal porque el proveedor te lo ofrece a otro precio”, cuenta Juan Ocando, gerente de Vini Sport. “Se trata de tener precio accesible. Pero reconozco que ahora en Venezuela hacer deporte es un lujo”.
“No cualquiera puede comprar un guante, que el más económico está en 17 mil, o un balón, que no se baja de 20. Hay otras necesidades. Los sueldos son muy bajos”, señala Ocando.
Johanna Ruiz, supervisora de la tienda Music & Sport, indicó que la adquisición de los productos no resulta sencillo por la escasez de divisas. “Los precios son una locura. Uno comprende el bolsillo y la situación de la gente, pero el valor de los productos que vendemos, que en su mayoría son importados, son costeados a divisas y se sabe cómo es acá”, sostuvo.
Ruiz dijo que en la tienda se han tomado medidas por la disminución de ventas, entre ellas, la reducción de personal. “Antes habían de 16 a 20 empleados, hoy solo quedan ocho. Las ventas se han reducido entre un 30 y un 40 por ciento. La gente ya no entra ni a ver como lo hacía antes”.
Agregó que han disminuido la presencia de productos de alta calidad por su precio, surtiéndose de otros más económicos, pero de menor calidad. “Siguen estando caros, pero logramos venderlos un poquito mejor”.
No es una opción
Pese a las vicisitudes, para la mayoría de representantes cesar la práctica del béisbol para estos pequeños no es una opción, todavía. “Pre ero hacer el sacrificio, la prioridad es mi hijo, su educación y que pueda jugar. He gastado mucho dinero porque es cátcher. Reúno para comprarle sus implementos que están sobre los 200 mil bolívares, pero es mejor eso al ocio”, explicó Maritza Urdaneta, educadora.
“Sus zapatos los desgastan mucho, mi hijo ya lleva tres tacos en dos años, pero hacemos siempre el sacrificio, porque le gusta jugar y porque lo forma como hombre de bien”, agregó.
Sin capacidad de respuesta
Enrry Rosales, presidente de la asociación de béisbol del estado Zulia (Abaez), reconoce que el béisbol menor se mantiene gracias al voluntariado y por la autogestión de los padres.
“Los representantes se valen de rifas, bingos y de su propio presupuesto para cubrirlo, pero de verdad que cada vez se ve más complicado”.
El dirigente asegura que para la asociación, “el tema de las pelotas y los bates es el punto neurálgico” de la práctica deportiva y la que mayores dificultades atraviesa por su alto costo y el riesgo que presentan de perderse o deteriorarse estos implementos que cuesta tanto reemplazarlos.
“Una pelota económica, vale al menos 3 mil bolívares. Un bate de madera, los llamados bates de bambú, que los exigen desde hace tres años a la categoría juvenil, sobrepasa los 100 mil bolívares, mientras que los de aluminio cuestan entre 50 a 70 mil bolívares”, detalla Rosales.
“Antes, los muchachos podían prestarse un bate o un guante, ahora para ellos los utensilios en el béisbol son sagrados. No se prestan. La mayoría de personas que representan a un niño no tienen esos recursos”, agregó.
Rosales asegura que ha llevado propuestas tanto a las alcaldías como a la gobernación para que establezcan un presupuesto jo a estas actividades. “No hemos obtenido respuesta, no hay sensibilidad con este tema. También nos dirigimos a la Federación para que lo planteara al gobierno nacional pero tampoco escuchan”.
Lamentó que las asociaciones padezcan de esa manera, “cuando el béisbol profesional goza de dólar preferencial”.
“El béisbol y el deporte no puede desaparecer en las comunidades, por eso creo que los organismos de los estados deben actuar”.